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Uno de los colores de la bandera andaluza está llamado a marcar un antes y un después en el rumbo que tome la economía a nivel global en el corto y medio plazo. El desarrollo de una nueva economía, sustentada en la gestión medioambiental, la biotecnología, la ecoeficiencia y la innovación verde se ha consolidado dentro de las prioridades estratégicas de la UE para los próximos años.

En efecto, se fomentarán aquellos procesos que lleven a las empresas a la consecución de una producción más eficiente, sostenible y respetuosa con el medioambiente. Estas tendencias o iniciativas se tornan esenciales para cumplir con los objetivos y retos trazados por la Comisión Europea para el denominado ‘Horizonte 2020’.

La OCDE también apoya firmemente el desarrollo de estas iniciativas: “La protección de los recursos naturales no tiene por qué estar reñida con el crecimiento económico. La Estrategia para el crecimiento verde (Towards Green Growth) de la OCDE muestra cómo esto es posible, mediante políticas de apoyo a la innovación verde”.

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Todo hace indicar que nos encontramos ante un verdadero cambio de paradigma donde la conciencia medioambiental dejará de ser una inclinación meramente altruista o filantrópica para dar respuesta también a motivaciones de índole económica.

En este sentido, cada vez será mayor el número de empresas dispuestas a comprometer recursos y esfuerzos en el desarrollo de innovaciones de carácter ecológico. Invertir recursos y apoyar estrategias de innovación verde y gestión medioambiental dejará de verse solo como un mecanismo para que las empresas laven su imagen corporativa, para llevar a las firmas a desarrollar nuevos productos y servicios cuya demanda ha de ir inexorablemente en aumento, así como penetrar en nuevos mercados y obtener ventajas competitivas.

Por innovación verde se entiende el desarrollo y perfeccionamiento de productos, servicios y procesos ecológicamente novedosos; así como el desarrollo de innovaciones relacionadas con el ahorro energético, la prevención o disminución de la contaminación, o el tratamiento de residuos tóxicos y el reciclaje.

Uno de los principales retos que surgen en este escenario es que para la inmensa mayoría de empresas andaluzas, la gestión medioambiental no representa su ‘core business’ o actividad principal. Es por ello que en este proceso de desarrollo de innovaciones verdes, la colaboración y el intercambio de información, tanto a nivel interno como externo, se tornan cruciales. Los diferentes partners y stakeholders pueden suponer una jugosa fuente de conocimientos y competencias de carácter medioambiental, que se encuentran lejos del alcance de la propia organización.

Por lo tanto, mediante la creación de redes colaborativas y el establecimiento de mecanismos de aprendizaje de carácter relacional, las empresas serán capaces de desarrollar innovaciones con mayor probabilidad de éxito, gracias a la oportunidad de compartir recursos y capacidades complementarias.

El fomento de alianzas, joint-ventures, redes interempresariales, consorcios de I+D+i, etc. está llamado a convertirse en patrón u hoja de ruta para la innovación, lo cual se halla en consonancia con los principios de la teoría de la innovación abierta (open innovation), según la cual estas relaciones facilitarán el acceso de la firma al heterogéneo y complejo entramado de competencias cuya integración dará lugar al proceso de desarrollo de innovaciones.

Andalucía cuenta con una serie de ventajas y potencialidades en materia medioambiental que tenemos la obligación de explotar. Podemos convertirnos en un modelo a seguir y adoptar un rol de liderazgo, abanderando proyectos relacionados con las energías renovables y la transición energética. Para llevar esto a buen término es fundamental que desde las diferentes esferas se contribuya a generar un contexto de apoyo a la innovación, la cooperación y la sostenibilidad, que involucre o arrastre a sectores estratégicos como el agroindustrial, fuertemente arraigado en la región.

Fomentar la creación y fortalecimiento de redes (tanto internas como externas), que faciliten el intercambio de conocimientos entre empresas y sectores es la clave. Por ello es de vital importancia la creación de clusters y espacios que faciliten la interacción del sector agrario con el de transformación y aquéllos intensivos en tecnología y conocimiento.

En este sentido, parece que desde algunas esferas se está comenzando a tomar conciencia de la relevancia y el interés de esta corriente, como muestra la impartición hace escasos días de un curso de verano organizado por la Escuela Universitaria de Osuna, titulado ‘Gestión Medioambiental de las Empresas: Ecoeficiencia, Innovación Verde y Responsabilidad Social Corporativa’.