sev-atmad3

Al Sevilla se le queda corto el punto, tras una primera hora de juego inmensa en la que tuvo al Atlético a su merced. Sólo faltó el gol para poner en suerte un choque que a los puntos tuvo claro color local.

En realidad sí hubo premio, pero el punto sabe a poco, porque si bien al final del choque pudo pasar cualquier cosa, con el partido totalmente roto, más cierto aún es que en la primera hora de juego el Sevilla pasó por encima del Atlético, inadvertido hasta bien entrada la segunda mitad. Pero la intensidad y el dominio aplastante del Sevilla no se tradujo en un gol que buscó y mereció. Vitolo y Bacca desde fuera, Arribas al bote de un córner, y sobre todo Iborra a bocajarro, que se estrelló con el palo, pudieron haber puesto  en el marcador. Sin embargo, con el avanzar de los minutos y los cambios del Atlético, el partido quedó más igualado, en parte porque el Sevilla ya no podía carburar a las mismas revoluciones que durante toda la primera mitad. Aún así fue el equipo de Nervión el que murió en el área del Atlético, que achicó todo cuanto pudo y salvó un punto más que perdió dos. 

La primera hora del Sevilla fue un gustazo que mereció mejor suerte. Sergio Rico fue un espectador más y el Atético, sobre todo en la primera mitad, apenas cruzó la divisoria. El Sevilla dio la de cal, mostrando esa cara competitiva e intensa que le hace jugar incluso más allá de sus posibilidades. Los colchoneros se vieron superados en todas las facetas del juego. Banega, colosal, ejerció un magisterio de fútbol inteligente y de alto voltaje. Y si el gol no llegó antes del intermedio fue porque el Atlético en los metros finales exige mucho e incluso contra las cuerdas ofrece una encomiable resistencia. Carlos Bacca lo intentó con varios disparos peligrosos desde fuera, también a balón parado buscó el tanto el equipo de Unai y sobre todo Vicente Iborra, otro que estuvo majestuoso, fue quien tuvo el partido, cuando se quedó solo, asisitdo genialmente por Banega, ante Moyá y definió al palo. 

Lejos de decaer, el Sevilla salió con la misma virulencia en la reanudación. La potencia del equipo nervionense desbordaba al Atlético, que sólo podía frenar a los locales a base de juego duro, castigado con un rosario de tarjetas amarillas, más bien naranjas, sobre todo un codazo de Mario Suárez cuando Aleix Vidal enfilaba el área. Arribas, que jugaba con un Kolo al alza en el centro de la defensa, tuvo el gol en su cabeza al bote de un córner, pero Moyá apareció en el momento clave. Simeone, viendo como la carrocería sevillista estaba aplanando a los suyos, reaccionó sacando a Torres y Coke, con el fin de poner más mordiente y obligar al Sevilla a ser más prudente. Pero Unai contestó con un doble cambio que era toda una declaración de intenciones, sacando a Mbia y a Reyes por Arribas, con un pleno aplauso de Nervión, y Coke. Era el todo por el todo y pese a que la energía mermaba daba gusto como el Sevilla peleaba cada lance del choque. Torres pudo aguar la fiesta, pero desperdició un error de Krychowiak, que sin embargo se rehizo bien y posteriormente recibió el cariño de la grada.

El partido entró en su curso final con las fuerzas más equilibradas, porque el descomunal esfuerzo del Sevilla lógicamente pasaba factura. Pero el sacrificio de los sevillistas era tremendo y hasta el final del choque amenazaron las inmediaciones de Moyá, faltando sólo una chispa de frescura para acertar en ese último pase que se resistió casi siempre o en ese remate, como por ejemplo los de Vitolo, que se iban a las nubes. Con esa estampa pitó el final Clos Gómez, con el Sevilla encimando a los colchoneros.  Y el Sánchez Pizjuán, aunque no contento, estalló en aplausos, reconociendo el inmenso partido que brindó el Sevilla, al que sólo le faltó dar el brochazo final para completar el cuadro. La primera hora de juego de los hombres de Unai, trepidante, mereció algo más, pero aunque no hubiera premio, sin duda ése siempre es el camino.