Ahora que Benedicto XVI se ha retirado a ojos del mundo y comienza un nuevo cónclave, se me ha despertado un extraño sentimiento hacia ese Papa emérito. Siento algo de remordimiento, como si debiera pedirle perdón por haberle juzgado mal.

Contaba un chiste no muy bueno que durante la II Guerra Mundial un soldado alemán estaba a punto de matar a uno polaco, cuando Dios se apareció y le dijo: “No lo hagas, va a ser el próximo Papa, no lo mates”. Entonces el alemán le dijo: “No es justo, yo también quiero ser Papa”, a lo que Dios respondió: “Bueno, si no lo matas tú, lo serás después”.

Los comienzos nunca son fáciles y la elección de Ratzinger en un principio me pareció la más desacertada que podíamos esperar. El pasado de Joseph, con su juventud ligada a las organizaciones hitlerianas, era algo que me indignaba, e incluso desde un punto de vista superficial, su gesto serio, casi malhumorado, contrastaba con la afabilidad de Juan Pablo II, el único Papa con el que yo podía compararlo.

Pero la historia juzga y condena y, para que haya historia, debe pasar el tiempo. Hoy en día, mirándolo con perspectiva, casi pienso que Juan Pablo II hubiera sido un gran publicista, porque supo venderse como nadie. Bajo su pintoresca imagen de Papa viajero con zapatos para caminar escondió la actitud conservadora que tanto ha perjudicado a la Iglesia. No sólo por ocultar innumerables casos de pederastia, sino por su aliento a sectas dentro de la Iglesia como los Quicos o los Legionarios de Cristo. Movimientos que, además de innecesarios, me parecen dañinos.

Benedicto, obviamente, fue un Papa conservador. No corren buenos tiempos para la Iglesia progresista. Parece que desde Juan Pablo I y su breve papado nadie se va a atrever a destapar determinados tabúes, pero al menos su imagen se correspondía con su pensamiento y, al final, ha resultado más valiente en muchos sentidos de lo que yo pensaba. Incluso su dimisión me parece increíblemente valiente. La caja de los truenos vaticana está bien llenita y, al no verse con fuerzas para afrontar todo eso, prefiere dejar en manos de otro unos asuntos que le superan. Esto siempre será mejor que mirar para otro lado, echar tierra y envejecer en el cargo hasta que la naturaleza finalice el pontificado.

Las quinielas de los papables aumentan por días y, en poco tiempo, estaremos pendientes del humo de las fumatas. Cuando elijan al nuevo Papa, todo comenzará de nuevo. Nos freirán con reportajes y material de archivo del nuevo pontífice. Yo esta vez me propongo darle algún margen, no dejarme llevar rápidamente por la historia de un cruel niño hitleriano o un pobrecito niño polaco. Después de todo, ni uno era tan malo ni el otro tan bueno.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...