Las modas van y vienen y todo es susceptible a su vez, de ser moda. La ropa, las gafas de sol, los coches, las canciones, los gin tonics, los auriculares, los libros, la solidaridad…

Hace muchos años, estudiando Filosofía en el instituto nos impusieron la siempre tan odiada lectura obligatoria. Soy una persona a la que le encanta leer pero siempre he tenido mala relación con esta clase de imposiciones. De hecho, a ese libro le eché la cuenta justa en su momento, y no fue hasta un tedioso verano estudiando para las recuperaciones de septiembre cuando leí adecuadamente ‘Martes con mi viejo profesor’, que así se llamaba el libro de marras.

Era un cúmulo de sensaciones esa lectura. Había algo del prototipo cultural estadounidense, había psicología, muerte, y sobre todo, un canto a la vida. Un libro, que sin ser de autoayuda, ayudaba a su manera. En Estados Unidos había estado muy de moda, y creo que a día de hoy es casi un clásico, al fin y al cabo en proporción a los años que tiene ese país no es descabellado encumbrar este libro a esas cotas.

Luego, cuando aparté la esclavitud del bachillerato de mi camino y estudié Integración Social recuperé mucho de lo aprendido en ese libro; incluso diré que recuerdo muchas enseñanzas de forma inconsciente. Sin embargo, me ha pesado admitir que últimamente lo tenía algo dado de lado, cuando realmente, podía haber tenido cierta relevancia en mis últimas peripecias académicas. Además, ahora sí que debería ser el libro de moda. Esto se debe a que el protagonista del libro, el viejo profesor del título, padece ELA. Probablemente, si al leer ELA han pensado en un cubo con agua helada la moda se ha implantado en alguna de sus áreas cerebrales.

La Esclerosis Lateral Amiotrófica no apareció ayer ni el mes pasado. La obligación de que esta patología se investigue depende del Estado. La obligación de que estas personas no queden a merced de la caridad depende del Estado. Pero vivimos en el momento que vivimos, con los políticos elegidos por la mayoría, y esto ha provocado que la ELA pase a ser una especie de postureo solidario expuesto además a que el famosillo de turno quiera ingresar los diez eurillos de rigor.

Y digo famosillo de turno porque me consta que la mayoría de gente de a pie que sigue la cadena paga religiosamente, pero como ya pudieron leer la semana pasada, la recaudación está siendo mínima en comparación con la repercusión social del fenómeno. Ya el hecho de pensar en futbolistas o cantantes multimillonarios donando diez euros rasos es que no sé si me da risa o pena. Es lo malo de la caridad, que se basa en las motivaciones y buenos sentimientos del prójimo, y esto en este siglo es un cuchillo oxidado.  

Yo sin embargo les planteo otro reto. Compren o descarguen ‘Martes con mi viejo profesor’. De hecho, en la propia página de ADELA está disponible en PDF. Quizás, antes de tirarse un cubo de agua, sea más interesante saber que es la ELA, como actúa, como se convive con ella. Por supuesto, sólo un afectado por ella podría darles un verdadero conocimiento de esto, pero los libros permiten acercarse a tantos mundos que probablemente consigan una idea bastante cercana de todo esto si leen el que les propongo. Entonces, cuando todos tengamos más claro que es esto, donaremos con conciencia, sin fenómenos o modas condicionantes, e incluso, algo mucho mejor, no daremos un duro, exigiremos a quienes nos gobiernan que se responsabilicen de sus ciudadanos, de todos ellos.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...