german jimenez 18jun16

El concepto cuñado (brother-in-law en inglés), según el abecé de la nueva política, responde a aquel hombre de más de dieciocho años que cuenta con una habilidad natural para opinar con aplastante autoridad sobre todo.

Dos son sus rasgos más distintivitos: su capacidad para culminar cualquiera de sus intervenciones con un definitivo “eso es así” (“so’así” en el caso del cuñado común hispalense o cuñao) y que su autoridad aumenta de manera inversamente proporcional a su conocimiento sobre la materia de la que está sentando cátedra; es decir, cuanto menos sabe de lo que habla más seguro está de que “so’así”.

Con distintas variables regionales, la figura del cuñado parece ser un fenómeno universal, aunque es en España donde encontramos una de las ratios más elevadas de cuñados por número total de habitantes masculinos en el conjunto de la Zona Euro. Investigaciones recientes parecen concluir que esto tendría su origen en nuestro pasado franquista, paraíso cuñadil por excelencia, en donde cualquier hombre con un brazo recostado en una barra de bar representaba la autoridad intelectual y política competente. Las tertulias de televisión han revitalizado el papel del cuñado como líderes de opinión y las redes sociales han terminado de dotar de las herramientas necesarias para que cualquiera pueda convertirse en un entrepreneur del sentido común.

Junto con los encuentros navideños, es en las cercanías de las citas políticas cuando su actividad se vuelve más intensa; cuando más evidente se hace la urgencia por reconquistar el sentido común, diluido entre tanto mediocre. Para este 26J, por ejemplo, el universo cuñadil está apostando fuerte por discutir sobre Venezuela como cuestión irrenunciable para recuperar la grandeza de España. Pero los temas trabajados por el cuñado son infinitas, ya sean históricos o de actualidad, ya sean sobre seguridad internacional o índices macroeconómicos; el abanico es tan infinito como su objetividad a la hora de tratarlos.

No está demostrado que militar en determinados partidos o leer poesía birmana vacune del cuñadismo. De hecho, es habitual que el cuñado preocupado por cultivar su intelectualidad termine asumiendo con mayor rapidez su misión vital: iluminar las mentes de aquellos con los que la vida le ha condenado a rodearse.

El hecho de escribir una columna sobre cosas de las que no tengo ni idea me convierte indefectiblemente en un cuñado. Y usar la palabra indefectiblemente no hace sino reafirmar mi condición. Así que, por una vez y sin que sirva de precedente, sé de lo que estoy hablando y os pido vuestra atención. Cuñados, escuchadme:

Para estas elecciones, no dudéis en compartir con el mundo vuestras soluciones para España: lo de los pactos de gobierno, lo del sistema productivo, lo del independentismo y lo del rendimiento de Piqué con la selección; de paso, sorprended al mundo con todo lo que sabéis de la política latinoamericana y sobre vuestras opiniones políticamente incorrectas sobre el islamismo radical. No os autolimitéis. Es ahora o nunca. Salid sin miedo a internet y llenad las redes sociales de sentido común. El 26J está ya aquí y España os necesita.

De madre sevillana y padre granadino, nació en Almería en 1991. En 2015 se tuvo que marchar a la Universidad de Groninga para poder estudiar la Sevilla moderna de verdad (la del siglo XVI). Es, además,...