Pasa tiempo solo, o acompañado, lee, viaja, báñate en la playa, pasea por el campo, ve a un concierto, o a muchos, tapea, cervecea, habla, escucha, piensa, analiza lo que hiciste bien y mal y adquiere la experiencia que eso conlleva.

Duerme, pasa tiempo con tus hijos, o con tus padres, o hermanos o amigos, haz deporte, conoce tu propia ciudad, u otras cercanas o lejanas, ábrete a los conocidos, y también, por qué no, a los desconocidos, ponte al día con una serie que tengas pendiente, sal por la mañana sin rumbo fijo, simplemente dando un paso, y luego otro, comprobando hacia donde te lleva tu propio cuerpo.

Mira hacia arriba, deja de mirarte a ti mismo, a tus propios zapatos cuando caminas, mira hacia adelante, hacia la gente con la que te cruzas, o hacia la parte de arriba de los edificios que vas dejando a ambos lados, o a la orilla de la playa o al río, ve al cine de verano, o al normal, sorpréndete con tu alrededor, quédate con la boca abierta, haz un esfuerzo y habla más que del tiempo cuando coincidas con tu vecino en el ascensor, ríete de ti mismo, y ríete con el otro, diviértete, fabrícate expectativas y objetivos, y convéncete de que puedes conseguirlos.

La época en la que detenemos el rápido transcurso del tiempo ha llegado, ese en el que ya no suena el despertador tan temprano por la mañana, en el que no tienes que enfrentarte a las órdenes de un superior ni a las excusas de un subordinado, ese en el que no tienes la obligación de superar unos objetivos impuestos por otros, que no tienes que cumplir con un presupuesto ni con horarios estrictos. Tu cuerpo puede al fin relajarse, y con ello tu mente, que tiene la oportunidad de poner en práctica algo que sabes que necesitas pero que siempre acabas posponiendo: pasar tiempo contigo mismo. Ahora ha llegado el momento. Al finalizar las vacaciones del año pasado ya te dijiste que no volverías a desperdiciar el tiempo como lo hiciste, pero han pasado once meses desde entonces y corres el riesgo de haber olvidado lo que te propusiste. Aprovecha el tiempo, no dejes que éste pase sin aprender, sin imaginar, sin soñar. Recupera ese periodo donde se almacenan los buenos recuerdos, la estación del año a partir de la cual eres capaz de situar cada año de tu vida en la memoria. Rescata tus ilusiones, tus inocentes ideas, tus utópicas aventuras. Regresa a tu verano azul. Disfruta.

Biólogo de formación con filósofa deformación, escritor, autor de la novela 'La soledad del escribido' y del blog 'Mi Mundo Descalzo', ha sido infectado por dos moscas ciertamente peligrosas: una,...