Cucaña Angel

La Velá de Santa Ana apura sus últimos días

La cucaña no tiene secretos para algunos elegidos como el protagonista de nuestra historia, quien cuenta los veranos por banderas manteniendo la ilusión por traspasar la tradición a los más jóvenes.

Ángel Mariscal, a quien todos conocen como ‘El negro’, lleva varias décadas peleando para sobrevivir en el mástil de la cucaña y todavía recuerda cómo llegó a pisarlo por primera vez. “Fue hace 26 años. Me lo inculcaron entre toda mi familia, mi tío, mi primo. Tenía cinco años cuando me tiré por primera vez”, comenta con satisfacción dispuesto a relatar toda su sabiduría sobre este centenario arte.

Durante la Velá de Santa Ana recién concluida, cada tarde entre las 18:00 y las 20:00 horas, este trianero de cuna residente en San Juan de Aznalfarache ha nadado los escasos metros que separan la zapata de la calle Betis del barco de Lipasam para coronarse, como tantas veces lo hizo en sus 32 años de vida. No en vano, Ángel posee una marca que difícilmente se superará, teniendo en cuenta las actuales normas del concurso, pues el ganador no puede repetir en el mismo día. “Tengo el record de conseguir 23 banderas en una semana, de 25 posibles. En el Distrito Triana hay una placa que lo recuerda. Ahora es más difícil porque sólo hay tres para los veteranos”.

Nuestro protagonista, cuya madre regenta la Confitería Parrales en la calle Voluntad, es incapaz de contar los premios que ha conseguido a lo largo de su dilatada trayectoria. “A el ritmo que he llevado, puedo haber cogido más de 200”, asegura con orgullo. Conforma junto a su hermano Álvaro un reducido grupo de experimentados que pelea por objetivos más selectos. “Como llevamos muchos años tirándonos, las banderas están rifadas y en una pasada que hacemos se quita”, explica, recalcando que después de tantos años descarta la mayoría de premios para luchar sólo por una bandera, táctica que durante este 2014 no le ha dejado sin éxito en ninguna de las jornadas. “Ya no es como antes. Si puedes se coge, y si no para el agua”.

A pesar de los innumerables triunfos, éstos no son la única fuente de motivación. “Compito porque me gusta, llevo toda la vida tirándome y el gusanillo es más grande de un año a otro”, señala Ángel que seguirá participando “mientras pueda” y no se guarda las críticas para la organización. “Desde hace unos años no hay premios en metálico, y algunos de los veteranos no participan ya, porque tienen sus trabajos y se arriesgan a que un mal golpe les lesione sin más recompensa que un cheque regalo. Realmente es muy peligroso”.

Con muchos golpes en sus espaldas, ‘el negro’ reconoce la misión de traspasar el gusanillo a los más jóvenes “para que no se pierda la esencia”. Aunque subraya que “se nota la diferencia entre los jóvenes y los veteranos”, Ángel asegura que las nuevas generaciones tienen potencial, pese a que “se ponen nerviosos cuando llegan a la mitad del palo”.

Sus años encima del mástil le dan para contar las técnicas antiguas. “Antiguamente llevábamos serrín para limpiarnos los pies y con eso nos agarrábamos un poco más”, un método que según revela ya no es tan necesario, pues “desde hace unos años Persán fabrica unos cubos de sebo especialmente preparados que no contaminan el río y resbalan menos, provocando que haya más competencia”.

‘Recordman’ sobre la madera, empleado en el polo químico de Huelva y eventual, como tantos otros sevillanos, este trianero mantiene la ilusión todos los años para reconciliarse en la cucaña con la esencia de su barrio, el que cada verano ríe en el Guadalquivir para reafirmar su identidad.