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El poeta Paul Celan, durante un discurso en la ciudad de Bremen, decía que estamos “heridos por la realidad y en busca de la realidad”. La primera vez que leí estas palabras, me quedé algo descolocada, una sensación agridulce que las dotó de cierta magia. Pero si la realidad está aquí, con sus heridas, con sus rayos de sol y su gente que se balancea por las calles, es lo que tengo delante, no tengo que buscarla, pensé.
Aquellos días eran extraños y solo quería agarrarla con las manos, a la realidad, para que se apretara conmigo y no se marchase. Me obsesionaba –me obsesiona– la idea de agarrar el día a día, de que no se me dé la vuelta y me deje desnuda a la intemperie como un hueso de aguacate tirado en cualquier sitio. Sin cobertura, sin raíces. Por eso creo que los libros han sido consuelo y las palabras ebullición, te sacuden pero están ahí, tranquilas sobre el papel.
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