Imagen de la presentación de Franco Vázquez/ SevillaFC

Con el mercado de fichajes recién clausurado y con el respiro que regala el parón de selecciones tras el arranque liguero, es el momento de hacer balance del periodo estival más alocado de la última década en los despachos del Sánchez-Pizjuán.

23 de mayo de 2016. Nervión vuelve a vestirse de gala para festejar un título del Sevilla FC. Parece una costumbre, y es que desde 2013 los rojiblancos no faltan a su cita con la Europa League. En esta ocasión el festejo no fue inmediato, ya que de por medio hubo otra final, la de la Copa del Rey frente al FC Barcelona. No la ganaron, pero no importaba, los de Unai Emery habían conquistado Europa por quinta vez, tras una apoteósica segunda mitad en Basilea que les permitió remontar a todo un peso pesado del continente. El ‘nunca caminarás solo” quedó silenciado por los acordes del “dicen que nunca se rinde”.

Las calles de la ciudad volvieron a impregnarse de rojo y blanco para celebrar con sus ídolos una nueva conquista y una nueva oportunidad de brillar en la Champions League. Unai Emery, Coke, Kevin Gameiro, Ever Banega, Krychowiak y Reyes fueron de los más aclamados, pues gran parte del éxito llevaba sus firmas. En mitad del júbilo, numerosas voces rogaban a Banega que se quedara, que no se fuese al Inter. La hinchada, consciente de que los clubes más ricos del continente volverían a sentirse atraídos por sus héroes, aún no podía imaginarse lo que tan solo unas semanas más tardes estaría por suceder.

“Monchi se va, no es una broma”. Las alarmas se encendieron en la capital andaluza. Las redes sociales se inundaron de mensajes mientras en la planta noble del Sánchez-Pizjuán se intentaba apagar el fuego con sigilo. El que para muchos es el artífice de los títulos había comunicado al consejo de administración su intención de dejar el cargo por motivos personales. Nadie le creyó, y desde la directiva se le instó a cumplir su contrato. Finalmente, el de San Fernando acató las órdenes y explicó lo sucedido públicamente, prometiendo trabajar con la misma ilusión de siempre.

Pasada la tempestad, el objetivo primordial era suplir la sensible marcha de Banega para preparar con garantías las dos supercopas que tendrían en juego a la vuelta de las vacaciones. Pero volvió a encenderse la luz roja, esta vez con Emery, la piedra angular del proyecto. El técnico donostiarra ya avisó al club de que su intención de quedarse se difuminaría ante el interés de un equipo ‘top’. Apareció el PSG y se lo llevó. A él y a Krychowiak, su guerrero más fiel.

Empezar de cero

“¿Y ahora qué?”, se preguntaban muchos. Ahora Jorge Sampaoli, le respondió el Sevilla. La contratación del técnico argentino quizás haya sido la decisión más inesperada y trascendental que ha tomado Monchi en toda su carrera. Sin experiencia en Europa y con una filosofía radicalmente opuesta a la de Emery, los títulos conseguidos en Chile no eran argumentos suficientes para muchos sevillistas. Y es que no solo se cambiaba de técnico, se cambiaba de idea. A partir de ese instante, el vestuario se vería obligado a cambiar su manera de entender y practicar este deporte. El músculo, el contragolpe y la contundencia iban a ser sustituidos por la técnica, el toque y el amateurismo. Y todo ello a las puertas de una campaña más que exigente

Mientras el balón empezaba a rodar en los campos de entrenamiento, la secretaría técnica nervionense se ponía manos a la obra en la búsqueda de nuevos perfiles. El trabajo de varios meses había sufrido un giro absolutamente brusco, ya que el nuevo sistema exigía jugadores con unas demarcaciones y cualidades muy diferentes a lo que hasta el momento se había peinado. Era el momento de sacar a relucir las capacidades y el trabajo que no se ve, y hombres como Ganso, Franco Vázquez o Correa se pusieron sobre la mesa para satisfacer al nuevo técnico. Se apostó por ellos con cifras de dos dígitos.

Con todo ello, los primeros partidos de pretemporada invitaron al optimismo. Los jugadores estaban asimilando con rapidez la nueva idea de juego, sobre todo en ataque. Hombres como Gameiro y Vitolo estaban llamados a ser los grandes referentes del nuevo Sevilla. Pero una vez más, el sevillismo recibiría un nuevo varapalo: Gameiro y Coke dejaban el barco. El francés y el capitán decidieron emprender un nuevo camino lejos de Nervión. Apenas unos días antes de la Supercopa de Europa, la única referencia en ataque y el alma del equipo dejaban huérfana a la afición, que no podía comprender como se había quedado sin sus dos capitanes y sin los tres principales baluartes de su plantilla de una sola tacada.

Ben Yedder y Vetto eran los elegidos para formar la línea más adelantada de un equipo que dejaría de girar en torno a Banega y comenzaría a bailar al son de un Mudo que silenciará estadios, un sorprendente japonés (Kiyotake), un eléctrico Mariano y un polivalente Vitolo. Con ellos, y casi sin defensas, el Sevilla estuvo a unos segundos de llevarse la Supercopa de Europa y le plantó cara al todopoderoso FC Barcelona, a pesar de salir goleado. Aún había mucho trabajo por hacer, especialmente en defensa, pero las intenciones, la calidad técnica que se atestiguaba sobre el césped y el alocado estreno liguero (6-4 frente al Espanyol) empezaban a convencer a una parte de la hinchada. Eso sí, había algo en lo que todos estaban de acuerdo: la necesidad de reforzar la plantilla.

La lesión de David Soria precipitó la llegada de Sirigu, un guardameta acostumbrado a jugar con los pies. Monchi se quebraba la cabeza para ajustarse a los requisitos de UEFA, y tras liberar la ficha de Cristóforo se encontró con el deseo de Konoplyanka de salir. El ucraniano, que generó mucha ilusión el pasado verano con su llegada, se va por la puerta de atrás y deja el hueco a Samir Nasri, un jugador ‘top’ venido a menos que también llega como cedido y que quiere convencer a todos de que a sus 29 años aún tiene mucho fútbol que ofrecer. En Nervión busca cariño, pero tendrá que ganárselo. Le bastará con dar la mitad de lo que nos tenía acostumbrados hace unos años.

Ganar fuera se convirtió en la gran obsesión del Sevilla la pasada campaña. En Liga no lo consiguió, y eso es lo primero que Sampaoli tiene que hacer para seducir a su nueva hinchada. La primera bala quedó desperdiciada en El Madrigal, ante un depresivo Villarreal. El encuentro fue una auténtica decepción, a pesar del punto sumado y de haber dejado la portería a cero por primera vez en la era Sampaoli. Las pérdidas en la salida de balón aún siguen siendo una constante y la falta de pegada se hizo notar. Ni Vietto ni Ben Yedder son una referencia clara para jugar como única referencia, como lo hacía Gameiro.

Por lo visto hasta el momento, el gol parece que estará garantizado siempre y cuando haya espacios y el balón circule con fluidez, algo que no siempre ocurrirá. ¿Estará dispuesto el cuerpo técnico a perpetrar un plan B?, ¿tendrá paciencia la grada sevillista cuando los resultados no acompañen? Son algunas de las incógnitas que se nos plantean tras los primeros compases de la temporada. Sampaoli está sembrando ilusión, ¿llegará a recoger sus frutos?