Mañana, miércoles 21, llega el otoño con el equinoccio de verano, de manera que el día dura igual que la noche. Dicen que el otoño es la estación de la tristeza y de la melancolía, supongo que porque a partir de ahora los días serán más cortos y las noches más largas; incluso muy largas cuando se vuelva a cambiar la hora.
Con la progresiva falta de luz y la llegada del frío, empezarán a caerse las hojas de los árboles y empezarán a declinar los rayos del sol que ya no estará tan alto como cuando nos bronceábamos en la playa o en la piscina. Hay muchos a los que no les gusta el otoño, simplemente, porque da fin al verano. Yo no soy de los que piensan de esa manera, ni siquiera soy un romántico al uso a los que la tristeza y la nostalgia les inspira para escribir sentidos versos.
Soy bastante más prosaico, simplemente me gusta el otoño porque creo que es bueno aplacar los biorritmos, que no podemos estar todo el día en permanente actividad porque, queramos o no, como dice una amiga, mientras haya horas en el día, de luz, se entiende, “una no para”. Y aquí, con el añadido de gozar de una hora más de luz que el resto de Europa por la arbitrariedad de Franco en 1940 de compartir el mismo huso horario que la Alemania de Hitler, lo de “no parar” se amplió por decreto.
Por eso me gusta el otoño, porque la marcha trepidante se aminora, porque se sosiegan los ánimos, porque regresamos a una rutina que es purificadora. Ya, por fin, si vas a un organismo oficial no te dicen que el responsable del negociado está de vacaciones, ni te dirán en el repuesto que el recambio que esperabas llegará cuando acaben las vacaciones porque la fábrica está cerrada en agosto. Ya, aunque a más de uno le moleste forrar libros, los niños vuelven a la escuela y los padres comenzarán a descansar de la anarquía veraniega y supongo que más de un cónyuge de maestro o maestra descansará también de tener al pariente tantas horas en casa.
A mí me gusta el otoño porque no me importa el frío, porque me gusta el menudo, el cocido y la pringá; porque me gusta el rioja y el ribera; porque me gusta que llueva; porque prefiero la paz y la tranquilidad a la bulla y la urgencia; porque me invita a leer y a escuchar música y a pasear. Me gusta el otoño porque prefiero la noche al día, por eso yo soy de los que dicen que el otoño no llega con el equinoccio sino cuando cambian la hora y tenemos una hora más de noche.