Mi compañía de telefonía móvil es una de estas que se anuncia en vallas y revistas, en la Fórmula Uno o en las competiciones de motos, o en ambas… Es una compañía que oferta miles de campañas, tarifas planas y descuentos, sólo pensando en mi beneficio. Tiene un color corporativo que me hace sentirme parte de algo, y sinceramente, no me cambio porque tengo miedo de que lo que me encuentre en este mercado sea igual o peor…

Mercedes Serrato. No quería recordar todo lo que había oído y leído  sobre lo complicado que suele resultar darse de baja en casi cualquier cosa; así que armada de paciencia y cordialidad, pues suelen despertarme una extraña compasión los teleoperadores,  llamé a atención al cliente para dar de baja una segunda línea que tenía contratada, la cual ni necesito ni uso.

Comenzó atendiéndome un servicio automático, fui diciendo palabras claves y  marcando los números pertinentes que me pedían. Como ya había especifica o la baja y la línea, ilusa de mí, creí que en medio minuto el trámite estaría hecho, y yo me podría ir a perder el tiempo en otra cosa. “No se retire, en breve le atenderá uno de nuestros operadores”; al escuchar esto resoplé, iba a alargarse un poco el tema, pero bueno, cordialidad y simpatía, no es culpa del operador, era mi mantra.

Con muchos “buenas tardes” y amabilidades varias explico lo que quiero hacer. La operadora, que curiosamente era nacional, y sólo lo digo porque sinceramente, me causó extrañeza, me recuerda que podría transferir esa línea a algún familiar o amigo, cambiando la titularidad. Le comento que nadie la quiere, y para calmarla ante la pérdida que parecía sentir como de uno de sus seres queridos,  le digo que toda mi familia y yo misma tenemos contratos con esta compañía.

Me dice entonces por qué no lo pienso un poco; le digo que ya lo he pensado y que estoy decidida a darme de baja; me dice que de acuerdo, que espere un momento que va a resolver el trámite; casi pego un salto de pensar que me he salido con la mía, porque soy muy inocente… Musiquilla durante dos minutos y regresa la operadora, me dice que me ofrecen no cobrarme los gastos mínimos durante medio año, para que me replantee mi decisión.

Se lo agradezco pero le digo que no me interesa. Musiquilla otra vez, y vuelve a la carga la operadora. Me ofrece pasarme a prepago, sin ningún gasto, por si me interesa mantener la línea en ese modo. Le comento otra vez, con la poca simpatía que me queda, que agradezco su esfuerzo y gestión, pero que no me interesa; vuelvo a recordarle que tengo otro contrato con ellos. Musiquilla nuevamente, y… me pregunta si estoy decidida a darme de baja; una vez más digo que sí, que es lo único que quiero en esta vida. Me dice que tengo que hacer un trámite, enviar una carta firmada, una copia de mi DNI, y acabando me dice que si no cancelo la línea me ahorraría tan engorroso trámite.

Como a cabezona no me gana nadie le digo nuevamente que de acuerdo, que mi intención sigue siendo darme de baja; decidida ya a mandar un poder jurídico si me lo piden. Musiquilla y… ¡nueva consulta de si estoy segura! A estas alturas del pulso no sé cómo no lloré… Finalmente tras cinco minutos de musiquilla me pasan con una grabación que me facilita los datos del lugar donde tengo que mandar mi súplica. Previamente, me habían preguntado repetidamente si tenía a mano papel y boli.

He escrito una breve misiva, en la que dejo caer que es mi deseo que con este trámite cese definitiva y completamente esta línea, pero aún ni me han contestado…

Me acordé  de la frase que el padre de mi amigo Alberto le dice a él: “Hijo mío, es más difícil darse de baja en el Círculo de Lectores que divorciarse de tu madre” Imagino que este buen hombre lo del teléfono ni se lo ha planteado….

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Licenciado en Periodismo y Máster en Sociedad, Administración y Política, puso en marcha el 'Proyecto Deguadaíra', germen de Sevilla Actualidad. Ha pasado por El Correo de Andalucía, Radio Sevilla-Cadena...