Me levanto temprano, me arreglo, desayuno y salgo a la calle. Ando con paso decidido y lo suficientemente convencida con mi voto como para meter el sobre en la urna. Tardo cinco minutos de reloj en llegar al centro cívico. Aprovecho el horario de misa para que no haya tanta cola y en apenas unos minutos estoy fuera. Así de fácil. Domingo electoral. Uno más.
Mi primer domingo electoral fueron cuatro días distintos en tres meses distintos.
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