Playa de Valdelagrana

Porque yo, no nací en el Mediterráneo, aunque mi pueblo huele a sal y está relativamente cerca del mar, cerca de Cádiz y de Málaga. Sin embargo yo no vi el mar hasta los 20 años. Fui con dos hermanas mías y una amiga a Valdelagrana. No llevábamos sombrilla ni por supuesto crema solar alguna. Comimos en la acera del paseo marítimo y nos pusimos como un salmonete. Para colmo nuestra madre usó un remedio casero para la espalda: alcohol. Dos días bocaabajo para quitarnos las quemaduras.

Yo me crie en el campo de La Fuente del Duque en un mar de olivos. Y este año hemos alquilado una casa rural en Setenil. Hemos pasado primero por mi pueblo, Pruna y me he he fotografiado delante de la que fue mi casa hasta los 15 años. Después hemos ido a Olvera a comer, cerca del matadero, donde vivió mi tío Pepe. En Olvera estudié dos años de Bachiller y los miércoles subíamos por la calle Calvario para que nos diera a mi hermano y a mi, dos duros. Con eso nos comprábamos algunas chuches en la semana. Los sábados nos poníamos en la puerta de la Pensión donde nos alojábamos y nos recogía un “ditero” con su furgoneta y nos íbamos a Pruna a ver a nuestra familia. El domingo por la noche volvíamos en la Empresa, que era el autobús de línea que venía de Sevilla, pasaba por Morón y Pruna y llegaba hasta Olvera. Le llamábamos La Empresa porque era de la empresa San Miguel.

Yo no añoraba el mar porque no lo conocía. Ahora llevo veinte años viendo el Atlántico. Pero sí hecho de menos los olivos, aquellos entre los que yo jugaba mientras cogíamos las aceitunas. Una noche buena, mi hermana Tere y yo estuvimos hasta bien entrada la tarde, ya casi la noche, terminando de coger el pie del olivo. Hacía un frío que pelaba y los dedos se nos quedaban helados con la escarcha. Entonces no se celebraba la tarde buena.

No soy de aquí ni soy de allá como decía la canción, ahora he comprendido que no hago ninguna falta por estos olivares. Yo, me fui y ellos se quedaron. Los que están no me recuerdan, aunque algunos oyeron a su padre mentar al mío, algunos viejos apenas si me conocen. Por eso me pregunto; ¿qué hago yo aquí? Vendré y volveré, seguro. Pero ya me quedan pocas raíces. Seré una turista más en estos boquetes que hay en Pruna. Aquí almorzamos de vuelta, camino de Alcalá. Después quisimos tomar café en el Casino y allí me topé con la realidad: ¿Qué vienes a buscar aquí? Los tiempos han cambiado, las personas también, ahora dicen algunos que “están más civilizados”, las cosas no son como eran antes, como si les ofendieran mis recuerdos de hace cincuenta años. Había mucha gente no pudieron servirnos a todos y nos sugirieron que fuéramos a la cafetería que acababa de abrir. Efectivamente, cuando llegamos, algunos de los que almorzaban en el casino, estaban ya tomando café…la mayoría eran personas mayores. Quise conocer a algunos pero no los saludé, no sabía por qué razón debían de acordarse de mi.

Yo no quise volver en muchos años porque me dolía el haber dejado mi pueblo atrás. Ahora no quiero volver siendo un fantasma que nadie recuerda ya.

Los de Pruna, como las papas, siguen su vida, su camino. No nos han precisado en todo este tiempo…¿qué falta le hacemos ahora?

Comparto estos amargos sentimientos sabiendo que,  nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos como decía Neruda y porque también sé que en el pueblo que nací ya somos olvido.

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....