Que la desaceleración económica se convirtió en algo que llamamos crisis, es algo de sobra sabido. Que todos andamos fatal, también se sabe. Que muchos especuladores de poca monta han caído los primeros con esto, es algo que he podido observar. Que empresarios y empresas han aprovechado la excusa de la crisis para fundir a plantillas enteras, es algo que desgraciadamente vemos en todos los sectores. Que no sé cuantas inmobiliarias han echado el cierre es tan evidente como que esto es una herencia del gobierno de derechas que ahora tanto parece alegrarse de que la gente tenga un motivo para despotricar de la situación actual.
Mercedes Serrato. Pero de casualidad, la semana pasada observé otro ejemplo. Conozco a José desde hace muchísimos años. Era camarero en un bar que mi familia frecuentaba mucho. En los últimos tiempos frecuento poco el establecimiento, y además, me había llamado la atención que él no andaba por allí. Y casualidades de la vida, que el otro día al entrar en un bar, buscando la bebida que apaciguara los coletazos del verano, y esas dos tapas que para el sevillano hacen de almuerzo, al otro lado de la barra estaba José. Alegre y sevillista como siempre, atendía a su clientela con familiaridad. Fue mutua la alegría al vernos.
En estos tiempos duros según las páginas sepia de los periódicos, José, desafiando a todos los agoreros, con el beneplácito de su anterior jefe, había cogido el traspaso de ese bar, siendo ahora él su propio jefe. Está cerca de centros oficiales, lo cual le garantiza gran clientela, sobre todo a la hora del desayuno. Además, los vecinos del barrio, los comerciantes de la zona, los despachos de abogados y el trasiego de viajeros le hacen ver el futuro con optimismo. Por supuesto, se gana a la gente con cerveza fresquita bien tirada en diferentes tamaños, con una cocina casera estupenda, y con estrategias económicas dignas del mejor ministro, como los bonos de desayuno (cuando abonas cuatro te regala el quinto). Además, hace unos años intentó ser padre, y no salió bien… Pero ahora anda esperando la llegada de una niñita que le pondrá la guinda a su felicidad.
Entiendo que son tiempos muy duros para muchas familias, y que no todo el mundo ha tenido la suerte de José, pero sí me gustó ver que en tiempos de crisis también la vida te puede dar cosas buenas, oportunidades que no esperabas y proyectos que salen bien, a poco que se trabaje, se tenga algo de suerte y un poco de carácter emprendedor.
Y yo, que no soy la más optimista del mundo, me alegro infinitamente de haber encontrado a José y su bar, por el que espero pasar de vez en cuando para poderme alegrar de cómo le seguirán yendo las cosas, porque con esta actitud, no puede ser menos.