El silencio se hará al paso de la otra alegoría del día, “La Canina”, imponente sentada sobre el mundo, guadaña en mano… “Muriendo Superó la Muerte” reza la latina leyenda del sudario, llamador en la Zambrana, cardos en el exorno, un conjunto tan único como lo que representa. Luego todo es entretenimiento, nazarenos de todas las hermandades, representaciones de diversos estamentos… todos invitados al entierro del que yace en la urna. Romanos con lanza, Duelo…
Es día de Soledad, Servita y de San Lorenzo, llanto de entierro, madre que no encuentra consuelo. Delante de una cruz, esa Virgen que contempló Fernando III, procesiona en un paso de lo más peculiar. Con él recorrerá su barrio, con él volverá a la noche de San Lorenzo, con él recibirá una lluvia de saetas, una detrás de otra, entrada en el silencio roto que nos deja el final de lo que intuimos que se acababa hace ya siete días… Se cerrará la puerta que todo el mundo quiere tocar, y en el eco de la plaza quedará esa saeta: “Soledad de San Lorenzo, no llores tan afligida, tú eres la azucena blanca, hermoso broche de oro, de nuestra Semana Santa”
Y al tercer día…
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