Miguel Ybarra Otín. Obra escrita en el XVIII y ambientada en el XVI, es puesta en escena sobre un escenario desnudo, con personajes ataviados de época (época s.XXI) y presididos por las pantallas que todo el reino vigilan (muestran el trajín de calles sevillanas cualesquiera, como también de los distintos personajes que acaban de hablar o van a hacerlo con Isabel de Tudor). Porque el texto, como buen clásico, es de rabiosa actualidad.
Al hilo, teje la representación la idea de que “la mujer, en política, puede ocupar un espacio tan indigno como el hombre”, comentaba el director. Para ello, convierte en femeninos a varios personajes masculinos del texto original.
Sobre actrices y actores, Isabel de Tudor es quien soporta el peso de la obra: una actuación (Cristina Yáñez) con altibajos, más con la cabeza en el texto (hora y media de parlamentos) que con el corazón en el personaje. Como el resto del reparto, sin dramatismo: María José Moreno (Baronesa de Burleigh, estridente), Yvonne Medina (secretaria de Isabel, sin alma), José Chaves (Conde de Leicester, en registro de poli televisivo) y José Dault (Sir Mortimer). Mejor Pilar Gómez (María Estuardo) y Emilio Alonso (Conde de Shrewsbury, más capaz de llenar el escenario). Muy bien, eso sí, la escena de las dos reinas (escena, por cierto, que nunca se produjo en la realidad, cosa que el mismo Schiller sabía): bien trabajada, más a la altura del texto, la elección de un clásico, lo que siempre es de celebrar.