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Remedios Malvárez no canta, ni baila, ni toca las palmas, pero hace flamenco. La fotógrafa, directora de cine y productora onubense, asentada en Sevilla desde hace varias décadas, está preparando un nuevo documental con el que homenajeará a la tierra que la vio nacer. Fandango se estrenará en noviembre durante el 50 aniversario del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.
Hace poco más de 10 años abrió su productora junto a la Alameda y publicó su primer cortometraje, Silencio. Desde entonces, la importante labor que viene haciendo le ha hecho conseguir la Medalla de Sevilla y la Medalla de la Ciudad de Huelva, entre otros reconocimientos. Malvárez se sienta a hablar con Sevilla Actualidad en el patio de la Peña Flamenca Torres Macarena para contar como han sido estos años de compromiso social en su ciudad adoptiva a través del cine.
-¿Cómo se decidió por hacer documentales? ¿Cuáles fueron esos orígenes?
-Me decido a hacer documentales porque me encanta contar historias. Los que trabajamos en esto contamos historias que nos importan o que nos apetece contar. La pregunta de por qué se hace cine se responde con la necesidad de contar que el ser humano tiene. Se puede contar escribiendo, pintando, de muchas formas y, para mí, el cine aglutina todas esas posibilidades de la comunicación.
-¿Qué dificultades encuentra a la hora de realizar un documental?
El documental no es una pieza fácil. Siempre digo que el documental es la realidad de un personaje y la ficción de un creador. Me importa mucho la mirada del autor y lo que hay detrás, no solamente que se convierta en una realidad que cuente algo sin intención. Ese equilibrio entre mostrar lo que es y como tú lo ves es quizás el reto. Esa mirada es lo que hace que cada documental sea diferente.
-Y a nivel económico, ¿qué dificultades ha encontrado?
-A nivel económico todas. Creo que lo que nos dedicamos a esto tenemos muchas más vocación que interés comercial. Aún así, para mí es un medio de vida. No me voy a hacer rica haciendo documentales, pero me hace mucho más feliz que cualquier otro tipo de cosas.
-Sus documentales tienen un alto contenido social ¿Cree que faltan películas que te hagan reflexionar sobre un problema real?
-Yo creo que el documental es una herramienta muy divulgativa y como herramienta cultural tiene muchas posibilidades dentro de la educación. Siempre trato de plasmar un compromiso y unas intenciones y por supuesto siempre tengo un contenido social, moral político o ético porque también es mi manera de expresar. El documental podría formar parte de las disciplinas académicas presente en los centros educativos. Los chavales de hoy tienen el lenguaje audiovisual completamente integrado, por lo que podría servir como herramienta educativa. Además alentaría a que se utilizara muchas de las obras audiovisuales que existen en Andalucía para educar en clases y para acercarles un contenido audiovisual más allá de ese cine comercial.
-¿Qué impacto social han tenido sus documentales en la gente?
-Cuando haces una película no piensas realmente si va a ir bien o si va a ganar un gran premio. Te preocupas porque esa película sea verdad y que sea lo que has querido conseguir. Intento transmitir lo que he sentido haciéndola para que el público pueda percibirlo. Hasta ahora he tenido la gran suerte de haberlo conseguido. Cuando una película la tengo muy vista ya no miro la pantalla, miro las caras y esas caras me transmiten que si les está llegando. Entonces creo tengo la pequeña satisfacción de haber podido llegar al público y poder contar lo que quería.
-¿Qué le motivó a hablar sobre memoria histórica en Pico Reja y cómo se gestiona emocionalmente tratar un tema así?
-No tenía ni idea de memoria democrática y desconocía que a 300 metros de mi casa estuviera la fosa más grande de Europa. La descubrí a través de un encargo puntual que me hizo el Ayuntamiento para un homenaje de la Corporación del año 36. Ahí fue cuando descubrí todas las barbaridades y toda una historia que no me habían contado, que no había estudiado y que mi generación no sabía. Ahí me vi en la necesidad como ciudadana, como sevillana y como madre de contar esa historia. La memoria democrática es necesaria puesto que la historia la tenemos que conocer para que los horrores y los errores no se repitan. La Guerra Civil y los 40 años de dictadura ocultaron todo un pasado no llevaron a un silencio borrando la memoria a dos generaciones, a los que la vivieron y a los hijos de las que la vivieron. Ahora somos los nietos o los hijos de esos padres que tuvieron que vivir en la oscuridad los que desde la necesidad de saber podemos contarlo y tenemos ganas de saber qué pasó. Quiero que mis hijas vivan en una sociedad democrática libre y sana y creo que el poder contar la historia tal como sucedió es sanar.
-¿Cómo fue el contacto con esas familias?
-El trato con las familias era fundamental porque estamos contando historias humanas. Allí más que huesos hay vidas truncadas. Nos han narrado sus historias, sus vivencias y lo que le contaban sus padres. Algunos lo vivieron de primera mano, hijos de represaliados e incluso había gente que no lo había contado nunca hasta que no se puso delante de una cámara. Es necesario que rescatemos y que guardemos esos relatos humanos porque son parte de una historia que ni siquiera se ha escrito. Esta película nos ha dado es una gran bofetada de humanidad. No sales igual después de rodar en una fosa que antes de hacerlo. Ha sido duro sin lugar a dudas, pero creo que es necesario y que nos ha hecho mejor persona a todos.
-¿Cree que la memoria histórica está presente en los sevillanos o es una lucha olvidada para muchos?
-Con el inicio de la democracia teníamos mucho miedo a poder afrontar ese pasado de una manera sana y natural, pero ya ha pasado suficiente tiempo como para que lo afrontemos desde la naturalidad. No se trata de abrir las heridas no se cerraron nunca, se trata de buscar la verdad y de contar las cosas como fueron. Eso nos ayudaría a que determinadas posturas de abrazo a ideologías totalitarias y fascistas que existen en cierta juventud supieran de dónde viene, ya que es un gran peligro y creo que deberíamos de saber por qué.
-¿Qué busca que aprendan las nuevas generaciones con Pico Reja?
-Una de las cosas más bonitas que me pasaron a mí fue cuando proyecté la película en una sala en la que había como 200 o 300 chavales entre los 16 y los 22 años. Cuando terminó, durante el turno de preguntas, me levantaron la mano más de 50 al instante. Nunca me había pasado en una sala. Todas las preguntas eran desde el desconocimiento y no podían creer era una historia real. Nos robaron la memoria y tenemos derecho a recuperarla para crear una sociedad más sana, más justa y más libre.
-El flamenco es el tema que más ha tratado en sus creaciones. ¿Qué representa para usted?
-Para mí el flamenco es una manera de sentir y de entender la cultura. Siempre digo que no sé ni cantar, ni bailar, ni dar palmas, pero hago flamenco desde otro lado. Esos sentimientos que se transmiten, esa energía, esa manera de ver, de sentir, de mirar y de interpretar es tan nuestra y tan auténtica que me identifico completamente.
-¿Hasta dónde se puede llegar con el flamenco?
-El flamenco no tiene límites. El arte no tiene límite. Quien ponga fronteras no sabe de arte. Es una manera de sentir y es la performance efímera artística más grande y más universal. Todas las sensaciones visuales y sensoriales que tiene una persona, están presentes en ese arte. No tiene límites. Quien quiera poner fronteras en el flamenco, se queda en el folclore.
-¿Cree que hay muchos estereotipos en el flamenco que no ayudan a ponerlo en valor?
-Los estereotipos siempre son desde el desconocimiento. Cuando te metes en el flamenco y lo analizas, te das cuenta de que ahí no hay estereotipos. Hay verdad. Es un arte que está absolutamente vivo. Ni se canta ni se baila igual, todo evoluciona. Esa es la gran magia. Quien piense que hay estereotipos, es que no lo conoce. Pueden tener una imagen equivocada o folclórica de lo que puede ser el flamenco, pero eso es por el desconocimiento. Sin duda, otra disciplina que debería de estar en las aulas, ya que el flamenco educa. Si el flamenco fuera propio de otros países, lo estaríamos estudiando en las escuelas.
-¿Cree que tiene el reconocimiento que se merece?
-Tiene el reconocimiento que se merece, pero no la difusión artística de la dimensión que tiene el flamenco. Es mucho más que una fiesta, es una manera de sentir nuestra a nivel artístico. He vivido festivales de flamenco internacionales en Francia, Holanda o Bélgica donde ves cómo se apasionan por el flamenco sin ser suyo.
-¿Qué papel cree que juega la ciudad de Sevilla en la conservación de las tradiciones flamencas? ¿Qué le parece la innovación en el flamenco?
-Ahí hay dos palabras que no me gustan: tradiciones e innovación. El flamenco está vivo. En una época se ha interpretado de una manera y ahora se interpreta de otra. El purismo no existe. ¿Qué es lo puro, cómo se cantaban los años 20, 30, 40 o 50? Eso sería folclore. Sevilla como capital de Andalucía también tiene una responsabilidad como capital andaluza. Una de las principales manifestaciones hacia el público es la Bienal de Flamenco de Sevilla por su dimensión y por su contenido. Si el flamenco se queda en el escenario y el pueblo no lo siente, estamos haciendo espectáculos pero no estamos haciendo escuela ni estamos difundiendo de verdad lo que es el flamenco. De qué nos vale que vengan muchísimos turistas a llenar los teatros. El público de Sevilla tiene que sentirlo igual. También es muy importante las programaciones de las peñas flamencas, que hacen una labor maravillosa donde el pueblo se puede integrar.
-¿Qué rol cree que juega la mujer en el mundo del flamenco?
-Fundamental. La mujer ha sido preservadora, creadora e intérprete, y ahora más que nunca. El baile se revolucionó y la guitarra con Paco también. De alguna manera, la gran revolución del cante la están haciendo ahora mujeres.
-Y en el entorno laboral ¿Ha tenido algún inconveniente siendo mujer en la industria?
-No, porque soy la jefa. Me tuve que hacer mi propia productora. Es difícil dedicarte a esta profesión siendo mujer porque es una profesión muy masculinizada. Las grandes plataformas, los grandes festivales o los grandes certámenes, están dirigidos por hombres. Ahora existen las cuotas en las que te exigen un porcentaje de participación de mujeres. No estoy a favor de las cuotas, pero considero que son necesarias. Quiero que se me valore por mi talento, no por ser mujer. Para demostrarlo, son necesarias las cuotas.
-¿Cómo maneja la responsabilidad de representar historias humanas y vulnerables sin caer en estereotipos?
-Hay una línea que no se puede cruzar. El respeto a las personas y el respeto a sus sentimientos es algo fundamental. En Pico Reja había una línea que no iba a cruzar, no iba a usar el dolor ajeno. Esas líneas éticas, como creadora, te las tienes que marcar. Involucrarte, muchísimo. Sufrir, una «jartá». Llorar, muchas veces, pero tienes que separar para dejarle el sitio a la persona que te está contando como ha sido.
-¿Qué es lo próximo que podremos ver de Remedios Malvárez?
-Estamos ya en posproducción de sonido y de imagen para la próxima película que se va a estrenar en el Festival Iberoamericano de Huelva, que cumple 50 años. La película es Fandango. Tenía muchísimas ganas de hacer algo en mi tierra y poner en valor ese palo del flamenco tan auténtico, tan nuestro y tan maltratado a lo largo de la historia. El flamenco en Huelva tiene una cantera y un elenco artístico que pocas provincias lo tienen. Esta película es un viaje de emociones, musical y con los principales artistas del flamenco, que espero que podamos disfrutarla muy pronto.