Este próximo miércoles 20 octubre se estrena en La fundición la nueva comedia de Ramón Rivero y Santiago Escalante, Teatro del Mentidero, “El Betis. La marcha verde”.La Legionaria, Alfredito, un homosexual vestidor de vírgenes de la época franquista reinventado para el cine (“Mi madre amadísima”, llevada al cine por Pilar Távora) y, ahora, un peluquero pecador. No hay personaje ni dramaturgia que se les resista a Ramón Rivero y Santiago Escalante.
SevillaActualidad.Un antiguo peluquero sevillano, del Betis, claro, mientras hace su trabajo sobre un cliente en su antigua peluquería, en su terreno, terreno bético, proclama, explica, avasalla al señor con sus férreas ideas béticas, no solo las futbolísticas, las humanas, la del hombre de fútbol con un corazón diferente, mientras el cliente sereno ante tanta tijera, tanta navaja, el corte de pelo, el afeitado, calla en sus más profundos adentros un pecado en esos momentos inconfesables. Es Sevillista.
La “marcha verde” provoca una marea de risas trufadas de ternura, y en su intención, dibuja una Sevilla bética que es popular, costumbrista y aferrada a modos de vida muy peculiarmente andaluces. El texto despierta ecos de la Andalucía profunda e imaginativa, creativa y aferrada a sus modos de entender y ver la vida.
El guión es tan sencillo como desternillante.
Antonio Hernández ha entendido muy bien que escribir de fútbol, como escribir de cualquier cosa, es escribir sobre algunos rincones del alma humana.
Es una Sevilla alejada de ese mundo señoritil que tanto rechazo provoca en Andalucía, que se empeña en alejarse de la Sevilla sevillista, de la Sevilla “palangana”.
El eje fundamental de la obra, con todo, es el Betis, a quien el autor definió «como un gallo que pone la piel de gallina», y por derivación, el beticismo, que tiene, a su juicio, «una psicología muy difícil de explicar».
Esa descripción enlaza con el lema más famoso del club, el ‘manque pierda’, «una expresión que surge en un momento de decadencia y viene ser un escudo contra las lanzas del enemigo puesto que su objetivo es demostrarle al aficionado que la guerra no se pierde en una batalla, y que mientras una persona inteligente se recupera enseguida de un fracaso, una torpe no se repone nunca de un éxito».
En este sentido, apuntó que lo prefiere como lema ‘al musho Betis’ al ser «el manque pierda una escuela de la vida, ya que de la derrota siempre se aprende», al contrario que de la victoria, «que sólo alienta la pereza y la creencia de haber llegado a la meta cuando ni siquiera se ha partido en el camino».
La presencia del Betis y su afición, hilo conductor de la obra, no excluye por ello al Sevilla, responsable «a partes iguales» de una dualidad futbolística en la ciudad que Hernández explicó remontándose «a la mitología de Hegel y su planteamiento según el cual la tesis y la antítesis dan lugar a la síntesis». Al respecto, agregó que «esa dualidad» entronca con la propia idiosincrasia de la ciudad, extrapolable a cualquier ciudad con dos aficiones, a un país con dos formas claras de pensar y definido desde siempre como las dos Españas.