La ira fue el primero, con una coreografía violenta, llena de fuerza, en la que los cuatro bailarines demuestran talento (Lucía Vázquez, Iván Amaya, María J. Villar y Juan Melchor). En esa valía se apoya la obra cuando nos habla de la gula: divertidos vaivenes de cuerpos tan orondos como difíciles de dominar.
Complaciente, como he dicho, y sin mayor mordiente, el retrato de la vanidad, por ejemplo, queda demasiado light: mujeres, bolsas de ropa y cámaras de fotos. Otra cámara, ésta de vídeo, sí aporta un matiz a la lujuria, el voyeurismo o el sexo como espectáculo en esta sociedad: se proyectan en las dos grandes pantallas laterales los gateos en directo de los 4 bailarines y sus lascivas caricias, unos encima de otros.
Y es que hacen casar muy bien la conjunción de danza y proyecciones José María Roca y Gema López, quienes firman la dirección. Es también fantástica la selección musical: antigua y barroca, entre ella el lamento del Stabat Mater, creo que en la versión de Pergolesi.
Y hubo también alguna adaptación musical más contemporánea, como de hoy también son las fotografías que cerraron ‘Los 7 peca2 capitales’: imágenes dolorosas del mundo que nos toca, rostros y lugares que nos hablan del pecado cada día en cada telediario.