Como una densa y abrumadora atmósfera que nos acoge de forma circunstancial en su seno, la actualidad informativa tiende a caracterizarse por cambiantes estados que suscitan el tedio más absoluto o la expectación más extenuante según los intereses que se encuentren en juego. Así, no es extraño hacer notar la proliferación de asuntos significativos en una semana cuya tónica general ha sido el minucioso y progresivo desglose de escándalos provenientes de Wikileaks, con el consecuente socavamiento del escaso prestigio que resta a la raza política.

Jesús Benabat. Si arrancábamos la semana con el triunfo rotundo de los nacionalistas conservadores catalanes y el descalabro electoral del tripartito en el gobierno, la ejecutiva nacional decidió poner coto prontamente a las críticas que desde uno y otro bando eran vertidas y pasar a la acción con un paquete de medidas económicas que pretende paliar la sangría desatada por la crisis en el país. Todo ello, curiosamente, el mismo día en el que se conocía la supuesta implicación de la actual administración en el retraso judicial del caso Couso y la evidente ruptura de la separación de poderes que ello conllevaba.

Por otro lado, la dimensión informativa de los polémicos asuntos destapados por Wikileaks también se ha visto empequeñecida por la salvaje huelga emprendida por los sindicatos de controladores aéreos del país, quienes paralizaron por completo el transporte por aire en el comienzo de las vacaciones, dejando a cientos de miles de personas en tierra y con la ira a flor de piel. Un nuevo punto de apoyo para el gobierno, que respondió con destreza decretando el estado de alarma y obligando a los controladores mediante la fuerza militar a volver a sus puestos de trabajo.

Razones, en definitiva, que tienden a ocultar la oscuridad que subyace en el fondo y apartar la mirada del trascendental relato que diariamente viene elaborando el diario El País. El conocimiento por parte del gobierno de los vuelos de la CIA que transportaban presos de Guantánamo por el espacio aéreo español, la amenaza del regreso de José María Aznar a la pugna política, o las injerencias de la embajada norteamericana en la elaboración de una ley nacional antidescargas (al fin se pone de manifiesto lo que muchos ya sabían), son asuntos que, unidos al caso Couso, nos plantean la reflexión acerca del mundo en el que vivimos; un curioso y demencial paraje donde los héroes son perseguidos y recluidos en cuevas, y  los villanos se erigen como los modelos hegemónicos de la verdad y la honradez.

Mientras que todos ellos claman contra la desfachatez de los héroes silenciosos, temerarios, valientes y repletos de coraje, esos sobre los que recaen órdenes de búsqueda sin fundamentación algunas y son retratados con malevolencia por los vasallos del sistema que se autocatalogan como periodistas; el mundo continuará siendo injusto, cobarde  e hipócrita. Personas como Julian Assange devuelven a la figura del héroe todo su sentido. Esperemos que, como en las películas, los villanos pierdan y se marchen muy lejos, al confín del horizonte, donde no haya lugar para las distracciones, las dobles morales o las cortinas de humo. Permaneceremos atentos a que la actualidad continúe con su implacable dictadura, esa que tiende a defender a los que la hacen posible; Wikileaks se ha colado por una rendija, por ello el empecinamiento de extirparla.

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