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El mar es mi punto de referencia en el mundo desde que tengo uso de razón. Es mi norte mental, aunque geográficamente suela mirar al sur. Jamás tuve dudas en la manida pregunta sobre si prefieres mar o montaña, –me perdonen los del interior– pero tengo un alma inconfundiblemente de costa.
He tenido la inmensa suerte de bañarme en muchos mares muy distintos, a cada cual mejor. Me he zambullido en las paradisíacas costas colombianas, en el plácido caribe cubano o en las mediterráneas aguas sicilianas. No les miento si les digo, mientras esbozo una sonrisa, que es mi mayor hazaña en la vida. No atesoraré jamás mayor hito terrenal que ese, el placer de sumergirme en esos mares y que penetre el salitre en mi piel como una suerte de tatuaje natural.
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