Todo el mundo parece feliz. La Pantoja se reconcilia con Tele 5, los pájaros cantan, Zoido gobierna, llegó el verano y las ansiadas vacaciones con sus chanclas y su canción hortera llegan al fin.
Pero comencé diciendo todo el mundo, excluyéndome, porque, de momento, no participo de los felices momentos que todos parecen vivir.
Cuando era pequeña, junio era un mes feliz. Mi horario escolar, que era de mañana y tarde, pasaba a ser sólo mañana, de manera que podía jugar con mis amigas, o ver ‘Súper Guay’, que era un programa de Miliki con su hija Rita al que, por aquellos años, estaba muy enganchada. En junio era la fiesta de fin de curso, y el momento en que me compraban un regalito por las buenas notas, porque en aquellos tiempos la palabra notas siempre iba unida a ese adjetivo.
Luego, al acabar el mes, llegaba mi cumpleaños el uno de julio, evento que me emocionaba sobremanera, y tras aquello, solía ir a Sanlúcar de Barrameda, muchas veces contra mi voluntad. Ahora parece estar todo completamente al revés. Junio es un mes odioso lleno de exámenes, sin horarios de clase, pero eso no es un consuelo. Mi cumpleaños se acerca, lo cual me horroriza y me provoca un terrible ataque de lo que en el siglo XIX se denominó como ‘ennui’. Además, daría cualquier cosa porque mi madre me facturara a Sanlúcar de Barrameda y me dejara allí una temporadita.
Lo dicho, el mundo al revés. Tal vez el principal fallo de todo esto está en mi facultad, ésa que es más Bolonia que ninguna, y nos han librado de esa romántica tradición de los exámenes septembrinos. No, en mi plan de estudios no hay septiembre, así que el periodo se alarga ferozmente hasta mediados de julio, una gozada. Eso hace que aumente de extraña forma el ‘ennui’, o simplemente hace que te entre una mala leche por el cuerpo que hacen que si generalmente te parecen patéticos los reportajes con que a falta de noticias nos engordan los telediarios en los que vemos veraneantes playeros que buscan un trocito de arena donde dejarse caer, ahora encima tiene un matiz de asco, y de cierta envidia.
Pero como este plan podría hacer que cualquiera se cortara las venas, por aquello de no dejárselas largas como decían Los Chanclas, tengo un life motive, algo que me hace pensar que cuando todo esto pase me alegraré. Si todo sale bien, a finales de julio, a mi familia y a mí nos espera una casita flamenca en el centro de Bruselas para pasar allí una semana, conociendo el país y si hay tiempo, el vecino Luxemburgo. Al fin y al cabo, vacaciones tenemos todos aunque no salgamos en los telediarios, sólo que las mías este año se demoran con una espera menos agradable, una motivación para estudiar más el curso que viene y no verme en éstas…