En su columna de esta semana, el autor reflexiona sobre el hecho de que las lenguas cooficiales se utilicen en el Senado, y todo lo que ello implica.
Todos quieren ser el centro,
euskera, “catalá”, “galego”,
palabras que por una vez
no son camino, sino impedimento.
Es el mal-entendido nacionalismo,
distintos modos de decir lo mismo,
interponiendo algunos escalones más,
gastando más cuando nos queda menos.
Y todo por un módico precio…
En otros lugares saben
que el hambre no entiende de idiomas,
que no entiende de banderas,
por más que quieran a su tierra.