Panamá, bastón y Davidoff. Qué tres pilares sobre los que asentar la revolución del buen vivir de una tarde de verano viendo polo. Eso y el otro pilar sobre el que se sostenía sentado en la grada: sus 87 años.-Es que lo veo como si fuera ayer -me dice el anciano-. Imagínese, joven, el dúo dinámico, que habían compuesto La la la, en el vestíbulo del hotel. Nerviosos como un flan porque quedaba nada y menos para salir dirección al Royal Albert Hall. Y de repente se acerca ese chico alto a Ramón y a Manuel y tras balbucear un saludo les dice ‘yo también soy cantante y pronto oiréis hablar de mi’.
-¿Y cuál era el problema? Acabó ganando Massiel, es lo importante, no hay que hacer tragedia de un encuentro así.
-No hay que hacer tragedia salvo si aquel joven se llamaba Julio Iglesias de la Cueva. Qué ingenuos sois los jóvenes mientras os cuentan una historia, solo interrumpís para al final quedaros con la boca abierta.
Siguió contándome correrías de Julio Iglesias: cómo fraguaron aquél cameo en Las chicas de oro cantando Beguine The beguine, la ocasión en que se negó a cantar Y quién es él o las ganas que siempre tiene de seguir adelante. Julio Iglesias es hoy para muchos -por desgracia- un meme antes que el artista vivo que más discos ha vendido en la historia universal. Siempre digo que la mejor televisión del mundo es Televisión Española simplemente por su impresionante archivo. Si tienen oportunidad, aprovechen para ver la actuación de Julio Iglesias en Amsterdam en el festival de Eurovision de 1970. Impecable de principio a fin, espigado, el traje tan a su cuerpo que podía ser su pijama y un acompañamiento musical dirigido por un sonriente Augusto Algueró en el que bien pudo haberse inspirado Michael Caine para dar vida a Alfie.
No ganó, pero en la historia quedó el nombre de su primera novia, francesa de 20 años: Gwendolyne. Lola Flores versionó el tema, incluso Pitingo se atrevió años más tarde. ‘Y aún recuerdo aquel ayer, Cuando estabas junto a mí, tu me hablabas del amor, Y aún podía sonreír, Y aún recuerdo aquel ayer. Y ahora te alejas de mi’. Hoy día, si un joven descubre esta letra con su correspondiente acompañamiento lo consideran algo arcaico, caduco y que nada o poco aporta. No obstante, que sigan así, se pierden al excelso y pleno Julio Iglesias fotografiado junto a Angie Dickinson en la nochevieja de 1985. Ojalá tres vidas así, como si Dios bajase y nos dijera a todos ‘bailad, malditos’.
Si todo eran luces, risas, copas y lunas sin acabar, la vida también era pies en la tierra. ‘Porque que el agua te puede cubrir la sed, pero no te limpia el alma’, que cantaba Jero, porque los Chichos eran Biblia y palabra para los que crecimos en un barrio de verdad en el que la vida es a cara de perro y todo se rige según la regla de oro: en la vida se llega a todos sitios andando. Pérez Botija compuso para Rocío Dúrcal el abc de los extremos en el amor: La gata bajo la lluvia. ‘Amor, si alguna vez nos vemos por ahí, invítame a un café o hazme el amor, y si ya no vuelvo a verte ojalá que tengas suerte’. Y así despacha una leona a un lobo convertido en gato.
El propio Pérez Botija compuso también Gavilán o Paloma, obra que sonaba en boca del poderosísimo Pablo Abraira como la cachetada inocente que despierta a un niño no tan hombre y a un hombre no tan niño; ‘Esa noche entre tus brazos caí en la trampa; cazaste al aprendiz de seductor, y me diste de comer sobre tu palma haciéndome tu humilde servidor’. Y así es como un Casanova toca el suelo con su rostro sin remedio, arrastrado hasta el final.
Todo lo anterior son joyas, solo una ínfima parte, de todas las que tiene la canción española. Podríamos nombrar también Se de un lugar, de Triana, para un servidor el mejor grupo de rock de la historia de España y Jesús De la Rosa uno de los mejores compositores de la Historia. Así, sin pestañeo. Caben aquí también voces de copla, sin tipo alguno de complejo: Concha Piquer con Romance de valentía, Y sin embargo te quiero en la voz de Juana Reina; Ojos verdes en el alma de Miguel De Molina, quien sin complejos interpretaba tan magna letra con género femenino.
Todo esto queda ahogado desde hace años en el océano del complejo. ‘Es música antigua, es cateto, caduco’. Todo negado sin oportunidad. Algo así pasaba con Los Chunguitos hasta la semana pasada. A Rosalía no se le puede negar que tiene mano para adaptar y reacondicionar. A muchos se les escapa que eso de ‘Di mi nombre cuando no haya nadie cerca’ ya lo cantaba Destiny’s Child, o que Cry me a river – la versión más actual- es de Justin Timberlake compuesta por Timbaland, pero a ella no se le escapa, sabe dónde tiene que estar. De la noche a la mañana muchos se quitaron la venda del clasismo musical y ahora Los Chunguitos mandan. Ilusos, siempre mandaron, no necesitaron de la aceptación general jamás para ser de lo más grande.
No obstante, no cometió Rosalía el error si no quienes la encumbran hoy por no haber amado antes las raíces que le dan luz. Si no amar es ofensivo, amar es digno de castigo, como le diría Liz Taylor a Richard Burton en ¿Quién teme a Virginia Woolf? Aún así, me asalta la duda sobre la reacción del moderno medio cuando descubra que Miles Davis y Gil Evans se inspiraron en la Semana Santa de Sevilla para componer Saeta. Apostemos risas.