No busque la expresión del titular ni entre los rótulos del nomenclátor callejero de la ciudad ni entre las placas que acompañan a monumentos o edificios porque no la encontrará, no existe ni uno ni otra; lo más parecido que existe en Sevilla a dicha expresión es la figura de más arriba, perteneciente a un juego de agua infantil que se encuentra en el Parque de los Descubrimientos, ubicado en el paseo Juan Carlos I de la ribera derecha del rio Guadalquivir, la de levante o sea la del noroeste de Sevilla (41002). Un parque singular también conocido como el “del barco pirata” por razones obvias -es enorme, tiene capacidad para 30 tripulantes y dispone de toboganes, rampas, cuerdas, escalas- y que entre otras atracciones posee columpios, poleas, grúas excavadoras, juegos de mesa, de sonido, de arena y de agua, sí tiene un dispositivo llamado en puridad tornillo de Arquímedes.
¿Qué es un tornillo de Arquímedes?
Desde un punto de vista técnico se trata de una máquina simple derivada de un plano inclinado que sirve para elevar líquidos y sólidos, incluso ambos mezclados, al estar conformado como un cilindro hueco que gira sobre su propio eje. O de otra forma, es una máquina gravimétrica helicoidal utilizada para la elevación de agua, harina, cereales, material excavado, o casi todo lo que se le pueda ocurrir, y que esté situado por debajo del eje de giro. Quizás sea la bomba de desplazamiento positivo más antigua de la que tengamos noticia, pues toma material de una ubicación y lo descarga en una superior valiéndose de: una barrena o hélice instalada dentro de un cilindro de ajuste apretado; unos bolsillos incorporados entre la hélice y la pared del cilindro; además, naturalmente, de la energía que hay que incorporar al proceso, en principio humana, no olvidemos el principio de conservación de la energía. y que nada resulta gratis en la naturaleza.
¿Por qué se llama así?
También conocido como cóclea (del latín cochlea, caracol) o tornillo sin fin por su circuito infinito, lleva el nombre del siracusano a pesar de que él nunca se atribuyó el mérito de la invención. Todo apunta a un error del historiador siciliota Diodoro Sículo (siglo I a. C.), quien se lo adjudicó doscientos años después, porque los primeros registros de un tornillo de agua, o bomba de tornillo, se remontan al Egipto helenístico antes del siglo III a. C. O sea que no. Por otro lado sabemos que Arquímedes visitó Egipto hacia el 234 a. C., donde es seguro que supo de la bomba, la estudió y describió e introdujo en Grecia de ahí, es probable, el error de Diodoro. Curiosamente las representaciones griegas y romanas de estos tornillos los muestran accionados por un ser humano que, pisando una carcasa exterior, lo hace girar como una sola pieza.
Hubo que esperar hasta principios del siglo XV para que el ingeniero militar alemán Konrad Kyeser (1366-1405¿?) le dotara de un mecanismo de manivela a mano que, rápidamente, sustituyó a la antigua práctica de hacer funcionar el tubo pisándolo. Así que estamos ante un invento humano cuya autoría se pierde en la noche de los tiempos aunque, por cosas que pasan, se atribuya al físico, ingeniero, inventor, astrónomo, filósofo y matemático griego Arquímedes de Siracusa (287-212), que ya ha venido por duplicado a esta tribuna en forma de reconocimiento viario, le recuerdo la calle Arquímedes y la calle Siracusa, vamos pues con la tercera arquimédica.
Diseños y usos
A lo largo de su historia este dispositivo ha tenido distintos diseños mecánicos y ha sido utilizado con diferentes usos que van: desde el que afirman algunos investigadores, que lo sitúan como el sistema que se utilizaba para el riego de los jardines de Babilonia, ya sabe, una de las siete maravillas del mundo antiguo, o el de subir agua del Nilo. Hasta el utilizado en 2001 por el ingeniero inglés John Burland (1936), conocido por su trabajo en mecánica del suelo en estado crítico, quien corrigió la inclinación de la torre de Pisa retirando pequeñas cantidades de subsuelo saturado de agua por debajo de su parte norte, dándole así estabilidad necesaria. O el más reciente (2020) de las turbinas de tornillos de Arquímedes (AST), un novedoso generador para pequeñas centrales hidroeléctricas que podrían aplicarse incluso en ubicaciones de poca altura.
Pasando claro está, por todos los otros usos que le resultarán más familiares, algunos de los cuales ya hemos comentado: como sistemas de irrigación; en plantas de tratamiento de aguas residuales; para sacar agua de minas u otros sitios poco accesibles; en piscifactorías, para elevar y transportar a los peces de forma segura y sin necesidad de manipularlos; transportando granos en los silos; en las fuentes de chocolate, ¿qué me dice? O estos otros no tan familiares y en absoluto comentados como los empleados en: aparatos sopladores de nieve; máquinas de moldeo por inyección; máquinas de fundición a presión y extrusión de plásticos; compresores de aire de tornillo rotativo; la compactación de material de desecho; sin olvidarnos claro, como juguete en un parque infantil motivo central de esta entrada.
Por cierto, en Sevilla existe una calle Tornillo al noreste de la ciudad, allá en el Polígono Industrial Store (41007), junto a otras vías con nombres de herramientas y utensilios (Alcayata, Nivel o Tenazas), interesante derivada tecnológica; además de una reproducción de un tornillo de Arquímedes que conserva el Patrimonio histórico del IES San Isidoro de Sevilla como parte de los aparatos que conformaban su antiguo gabinete de Física, interesante derivada didascálica ¿Motivos suficientes para volver en otra ocasión con la vida y obra del siracusano?