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Aunque parezca extraño, los grandes cementerios no fueron algo habitual hasta bien entrado el siglo XIX. En Sevilla, antes de que San Fernando abriera sus puertas en 1852, existió el cementerio de San José, situado en el arrabal de Triana.
Según cuenta Eduardo Barba en ABC de Sevilla, hasta entonces, los enterramientos tenían lugar dentro de la muralla, que aún existía, pero también fuera de ella. En general, las clases más acomodadas inhumaban a sus muertos bajo lápidas en las iglesias, mientras que las más humildes recibían sepultura en los terrenos aledaños a parroquias y hospitales. Las epidemias eran regulares y causaban una gran mortandad. De este modo, en 1820 se abrió el primer cementerio en Sevilla: el de San Sebastián.
Junto a él, la ciudad disponía de otras necrópolis: el llamado Cementerio de los Pobres, ubicado cerca de las actuales avenidas de la Borbolla y Cardenal Bueno Monreal; y el Cementerio de los Ingleses, abierto en 1855 junto al monasterio de San Jerónimo, y que albergaba a finados de origen protestante.
Pero en 1833 una epidemia de cólera-morbo azotó Sevilla, con un foco de bastante intensidad en Triana. Muchos médicos fallecieron, lo que provocó el empeoramiento de las medidas sanitarias. Como recoge Ángel Vela Nieto en El Diario de Triana, fue tan grave que incluso el Ayuntamiento ordenó el aislamiento del arrabal. Los trianeros se rebelaron ante tal decisión, hasta el punto de que, para notificar el edicto de incomunicación, el Gobierno precisó de un batallón de voluntarios realistas y cincuenta escopeteros.
Ante tal situación, era necesario acelerar las obras del nuevo cementerio de Triana. Y así, el 1 de marzo de 1833, se inauguró el camposanto de San José, llamado así por abrir sus puertas en dicho mes. Diseñado por el arquitecto municipal Melchor Cano, se encontraba en la haza de Antequera o de la Cerrajera, colindante al Monasterio de Santa María de las Cuevas, en la hoy llamada isla de la Cartuja.
Tal y como narran las crónicas de la época, el cementerio de San José era grande y de forma cuadrada, cercado por altas paredes y decorado por una bonita reja. Tenía una pequeña capilla donde se realizaban misas los días festivos. También disponía de una caseta para el guarda. Cuenta además Eduardo Barba que, para acceder a él, había que atravesar una callejuela llamada Patrocinio, que partía de la iglesia del Cachorro, y a la que se entraba por la calle Castilla. El recinto se encontraba más allá del camino de Camas, junto a la desaparecida Estación de Triana, por donde pasaba el ferrocarril de Sevilla a Huelva.
La mortandad que provocó el cólera-morbo fue tal que en poco tiempo el cementerio de San José se quedó pequeño, a lo que también contribuyó el considerable aumento de población que experimentó Triana a partir de 1850. Finalmente, cerró en 1885 y, a partir de 1901, los cuerpos fueron exhumados para ser trasladados al cementerio de San Fernando, la gran necrópolis de Sevilla. El terreno quedó abandonado, hasta que en 1907 el solar fue vendido. En el lugar que ocupaba hoy se alza el edificio Torretriana, destinado a funciones administrativas de la Junta de Andalucía. Algunos trabajadores han afirmado que dentro tienen lugar algunos fenómenos de difícil explicación.