De la Cierva internacional (1925-1926)
(Continuación) En vista de que en España nadie quería invertir en el desarrollo y construcción del autogiro, de la Cierva, a instancias del Ministerio del Aire de Gran Bretaña se traslada a Londres donde, con el apoyo financiero de James George Weir, industrial y aviador escocés, crea la compañía comercial The Cierva Autogiro Company. Con ella llegó a fabricar varios modelos mejorados, entre ellos el C8 con el que posteriormente cruzaría el Canal de la Mancha en septiembre de 1928, además de dar a conocer su invento en toda Europa y realizar demostraciones en Francia, Italia y Alemania. Más tarde buscó apoyo financiero en Estados Unidos donde fundó The Pitcarm-Cierva Autogiro Company of América para el desarrollo y construcción en serie del aparato en este país; una especie de aproximación a lo que ya entonces era conocido como “el sueño americano”, aunque él siempre inscribió sus patentes en España.
De la Cierva internacional (1928-1931)
Naturalmente siguió realizando mejoras al autogiro -como el rotor de dos articulaciones en 1927, una innovación que resultó fundamental para el posterior desarrollo del helicóptero-, y dado que ya había conseguido el título de piloto aviador de primera clase manejando su propio autogiro, el 18 de septiembre de 1928 sobrevolaba el Canal de la Mancha desde Londres a París, al mando de una de sus aeronaves. Una gesta, la susodicha travesía, de la que cumplimos este año que se nos va su nonagésimo quinto (95.º), que le convirtió en una figura de talla internacional y de la que el diario ABC dio cumplida información. A partir de entonces de la Cierva se lanzó a pilotar sus propios autogiros y a presentarlos ante multitudes, siendo su fama tal que en un vuelo por los EE. UU. se permitió el lujo de aterrizar en el mismo jardín de la Casa Blanca, donde fue recibido por el entonces presidente Herbert C. Hoover. Un éxito que hizo que países como Gran Bretaña, Francia o Japón manifestaran su interés por el aparato. Entre los múltiples elogios que recibió le traigo el vertido en 1930, nada menos que por polígrafo estadounidense Thomas A. Edison (1847-1931): “El autogiro constituye, después del primer vuelo de los hermanos Wright, el mayor progreso aeronáutico alcanzado por el hombre”. En 1931 comenzaba su comercialización a nivel internacional y, las sucesivas innovaciones que introdujo, como el mando directo o el despegue vertical, posibilitaron el desarrollo de múltiples modelos de autogiro.
De la Cierva internacional (1932-1935)
Ni que decirle que su gran aportación a la historia de la aviación le hizo acreedor, a nivel internacional, de una la lista interminable de distinciones de las que a modo de muestra le ofrezco este botón: en 1932 recibía la Medalla de Oro Guggenheim “por la mayor contribución de la época a la seguridad del vuelo en aeroplano”, que recibió en la Exposición Internacional de Chicago (EEUU) de ese año, ante la presencia de diez mil ingenieros de todo el mundo. No me diga que no es todo un reconocimiento, pero es que para ese año ya se habían construido ciento veinte (120) autogiros, que habían recorrido cuatro millones de kilómetros (4 000 000 km) a lo largo de treinta mil horas (30 000 h) de vuelo. O sea, que más que merecido. Dos años después, en 1934, recorría la distancia que separa Inglaterra de España, y en su autogiro acompañaba al vicealmirante R. E. Bird en su expedición al Polo Sur; y al año siguiente, en 1935, por primera vez en la Historia, un aeroplano de alas giratorias aterrizaba y despegaba a diario en la azotea del edificio del Post Office Building Philadelphia Administration, toda una mejora en el transporte terrestre del correo hasta el aeropuerto. Cerró 1935 volando entre Inglaterra y España en repetidas ocasiones y sumando a su palmarés reconocimientos nacionales e internacionales.
1936, accidente mortal
Paradójicamente Juan de la Cierva fallecía el 9 de diciembre de 1936, a los pocos meses de cumplir 41 años, en un accidente de aviación en el aeropuerto londinense de Croydon, durante la maniobra de despegue de un avión comercial con destino a Amsterdam. Toda una paradoja del destino si tenemos en cuenta sus esfuerzos y logros técnicos por evitar los accidentes aéreos, su gran obsesión por alcanzar la seguridad aérea más absoluta; su cuerpo fue enterrado en una capilla católica de Inglaterra hasta que diez años después, en 1946, lo trasladaron a España. En 1954 y a título póstumo recibía el nobiliario título de Conde de la Cierva, otorgado el 1 de octubre de 1954 por Francisco Franco y con denominación referida al apellido paterno de la dignidad nobiliaria refiere al apellido paterno, un reconocimiento a los méritos científico-técnicos de la persona.
No obstante, dicho título fue suprimido el 21 de octubre de 2022 tras la aprobación de la Ley de Memoria Democrática, lo que contrasta con la infinidad de reconocimientos que recibió; por ejemplo, al año siguiente de su fallecimiento, la prestigiosa revista científica Nature, publicaba la siguiente necrológica, “Señor Don Juan de la Cierva”, lo que da una idea de la consternación internacional que provocó su desaparición. En total fueron cuarenta (40) prototipos entre 1920 y 1936, y entre Francia e Inglaterra llegaron a fabricarse más de ciento cincuenta (150) unidades del C-30 ¿Qué habría sucedido si de la Cierva hubiera incorporado a su aparato nuevas mejoras? ¿Por qué un aparato más seguro que los aviones y los helicópteros no llegó a triunfar? ¿Una oportunidad perdida (¿Continuará?)