(Continuación) La mala racha iniciada con el “robo” de su método de tinción del bacilo tuberculoso continuó pues, por esas fechas, le diagnosticaron una tuberculosis que al parecer contrajo en el laboratorio, todo apunta a su fama de laborante descuidado incluso con muestras patológicas peligrosas.

Década años ochenta del siglo decimonónico. Enfermedad, viajes y retorno

Una enfermedad en principio de tal gravedad, que sus colegas le “desahuciaron” al menos profesionalmente. En fin, con compañeros así no hacen falta, ya sabe. El caso es que entre 1886 y 1889, Ehrlich viajó a Egipto y otros países en compañía de su esposa -se había casado en 1883 con Hedwig Pinkus, hija de un próspero industrial textil- en parte para curar su enfermedad con un cambio de clima. Un propósito vital logrado, se recuperó aunque no está muy claro el motivo clínico, y que alternó con sus estudios pues durante todo ese tiempo no dejó de trabajar y mantener contacto científico con Robert Koch. Quien a finales de los ochenta lo invita para que se integre como su asistente al equipo del recién establecido Institut für Infektionskrankheiten del que era director y en el que ya trabajaban científicos de la talla de Gaffky, Loeffler, Pfeiffer, Welch o Kitasato (Sí, el del matraz Erlenmeyer con tubo de desprendimiento del laboratorio de química.

Década años noventa del siglo decimonónico. Inmunidad y quimioterapia

Es entonces cuando se abre para él un nuevo campo de investigación, el de la inmunidad, partiendo de un hecho conocido: las bacterias producen toxinas y los organismos antitoxinas para su defensa, algo parecido a lo que sucede con algunos venenos vegetales como el ricino. Y en el estudio de este fenómeno y las leyes científicas por las que se rige logra demostrar que: la inmunidad del recién nacido procede de la madre inmune, es de origen intrauterino; se transfiere a través de la leche; tiene una corta duración; y las antitoxinas resisten la digestión durante ese periodo de la vida. Ergo, existen dos tipos de inmunidad, activa y pasiva, y es manifiesta la importancia de la lactancia materna. Pero también se dedicó a otros asuntos. Koch le encarga supervisar la unidad de tuberculosis del Hospital Moabit, de Berlín, a fin de investigar el tratamiento de la enfermedad, llegando a descubrir la ineficacia salutífera de la tuberculina, pero su posible uso para el diagnóstico. Realiza también estudios sobre el uso del indicador azul de metileno en el tratamiento de la neuralgia y su eficacia en pacientes con malaria; estamos en el germen de lo que sería la quimioterapia antimicrobiana.

Década años noventa del siglo decimonónico. Teoría cadenas laterales

E investiga la constitución de la toxina diftérica. En 1896 es nombrado primer director del Institut für Serumforschung und Serumprüfung, creado para su especialidad y en este periodo siguió investigando el suero antidiftérico y aplicó su teoría de las cadenas laterales a la inmunología (1897) que tuvo no pocos detractores. Un grupo que no reconocía la naturaleza exclusivamente química de la toxina diftérica y la antitoxina; de hecho, pensaban que la teoría de Ehrlich carecía de valor práctico alguno, lo que resultó incierto al menos en parte. Dicha teoría establecía la base química para la especificidad de la respuesta inmunológica que explica, cómo los receptores de la parte externa de las células se combinan con toxinas para producir cuerpos inmunes capaces de combatir la enfermedad.

Década años cero del siglo XX. “Balas mágicas”

Volviendo al campo de la quimioterapia, en 1906, se hizo cargo de la Georg Speyer Haus für Chemotherapie fundada para él por la viuda del banquero Speyer, un laboratorio de investigación privada que resultaría definitivo para la quimioterapia y marcó la tercera etapa en la vida científica de Paul Ehrlich. En la que se vuelve a plantear la necesidad de estudiar la relación entre la composición química de los fármacos y su forma de actuar sobre el organismo y las células del cuerpo a las que van dirigidos, con la intención de encontrar los productos específicos que tuvieran afinidad por los organismos patógenos y actuar sobre la causa de enfermedad dejando indemne al huésped, como en inmunología. Llama “balas mágicas” a estos preparados, compuestos sintetizados usados en la curación de enfermedades infecciosas causadas por protozoos y bacterias, que elabora con compuestos similares a las tinturas, aunque contenían arsénico en su composición.

Década años cero del siglo XX. Salvarsán y Neosalvarsán

Y halló el dioxidiamidoarsenobenzol, que resultó ser efectivo contra la bacteria responsable de la sífilis en ese momento una de las enfermedades infecciosas más letales en Europa. A esta primera “bala mágica” se la conoció en principio como “compuesto 606”, por ser el resultado exitoso del seiscientos seis experimento realizado, y posteriormente se comercializó como Salvarsán (“arsénico que salva”), químicamente arsfenamina de fórmula molecular C12H13N2ClO2As2. Poco después salió el Neosalvarsán ((“nuevo arsénico que salva”), químicamente neoarsfenamina de fórmula molecular C13H13N2O4SNaAs2, que fue conocido durante mucho tiempo como “Ehrlich 914”, sí, por tratarse del 914.º compuesto preparado. Un medicamento que, si bien no tuvo al principio un camino de rosas, terminó dando paso a las sulfamidas, los antibióticos, y toda una serie de productos orgánicos con gran eficacia terapéutica; hablamos del comienzo de una fase revolucionaria para la farmacología y, por tanto, para la terapéutica. Ehrlich compartió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1908 con el bacteriólogo ruso Ilya Mechnikov en reconocimiento al trabajo de ambos en el terreno de la química inmunológica.

Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)