Es la tercera entrega “cartelera” de las que ya le adelanté existen en las fachadas de este edificio destinado al servicio de la Salud Pública en Sevilla, y en concreto ésta se encuentra en la de la calle Doctor Relimpio dedicada al magnífico químico y algo polímata, el francés Marcellin Berthelot (1827-1907).

Figura fundacional de la química orgánica

Destacar en primer lugar que, tras buena parte del ingente trabajo de Berthelot se encuentra un antañón sueño de los primeros filósofos griegos, el de creer que todo proviene de algunos elementos, o quizá de uno solo, por qué no, y considerar que es posible reconstituir por síntesis cualquier sustancia química partiendo de este elemento único. Y así nuestro hombre consigue sintetizar y estudiar en el laboratorio numerosos compuestos del carbono que seguro le sonarán de la química bachillera: hidrocarburos, alcoholes, ácidos o glicerinas; destacados son sus trabajos de síntesis sobre metano (CH4), acetileno (C2H2), benceno (C6H6), alcohol etílico (C2H6O), ácido fórmico (CH2O2) o naftaleno (C10H8). Es más, hacia 1860 pudo demostrar que los compuestos orgánicos hasta entonces conocidos, estaban formados solo por carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, tal era ya el nivel de la química orgánica. Por supuesto que, con tal proliferación de síntesis de compuestos del carbono en el laboratorio, se refutaba la extendida creencia de que solamente los organismos vivos, por la acción de una supuesta “fuerza vital”, podían producir tales compuestos, recordar la tempranera síntesis de la urea en 1828 por el alemán Friedrich Wöhler (1800-1882). De modo que si según Lavoisier, la química era la ciencia del análisis, ahora esa definición se veía complementada por Berthelot, que nos decía que la química es también la ciencia de la síntesis porque retomando los elementos de una sustancia descompuesta por el análisis, se puede volver a componerla por la síntesis. Sin duda estamos ante una de las figuras más relevantes de los orígenes de la química orgánica que, no obstante, se negó a admitir durante mucho tiempo la teoría atómica, un negacionista de la época que diría un ignaro presentista de hoy; volviendo al francés, hasta el mejor escribano echa un borrón. (‘Todos enseñamos… la química de Lavoisier y Gay-Lussac’).

Destacado en Termoquímica

Entre 1864 y 1897 llevó a cabo importantes investigaciones en los inicios de esta particular termodinámica, siendo el primero en describir la diferencia entre reacciones exotérmicas y endotérmicas; por otro lado, estudiando la esterificación de los alcoholes, llegó al descubrimiento de los equilibrios químicos y aclaró la noción de velocidad de reacción. Asimismo inició el estudio y medida de los calores de reacción y descubrió las “pólvoras sin humo”, cuya propagación explica mediante su teoría de la onda explosiva; una según la cual se efectúa igual que la sonora, la llama onda explosiva, pero se propaga con una rapidez superior a la del sonido.

Investigó a su vez el comportamiento de los gases, proponiendo una ecuación de estado que corregía a la de Van der Waals y contemplaba la influencia del segundo coeficiente en la temperatura. Además inventó la bomba calorimétrica, que sigue siendo empleada en la actualidad con solo pequeñas modificaciones, tanto en procesos industriales como en trabajos científicos. Lo dicho, un científico destacado.

Y polímata

Le decía al principio pues este librepensador republicano parisino, a pesar de su abierta hostilidad contra el imperio autoritario, hizo una rápida, brillante y fructífera carrera ya que fue también químico vegetal, historiador, docente, político, académico, prolífico autor, en fin, una existencia con crestas y valles como todas, pero fructífera como pocas. Fue el primero en destacar la relación existente entre los microorganismos del suelo y las plantas, que permite por ejemplo a las leguminosas, a través de sus raíces, tomar directamente el nitrógeno atmosférico, N2 (g). Aunque en su primera juventud se interesó por la filosofía y después fue alumno de medicina, no tardó en dedicarse por completo a la química empírica y también histórica pues investigó la de antiguos y alquimistas contribuyendo a esclarecer el desarrollo de esta disciplina, tanto científico como filosófico; además publicó más de seiscientas obras y memorias sobre compuestos orgánicos, síntesis, termoquímica y otros temas como su “credo científico” (‘No quiero que la química degenere en una religión; No quiero que el químico crea en la existencia de átomos como el cristiano cree en la existencia de Cristo en la hostia de la comunión’). Lo dicho, un fructífero polígrafo. Por cierto, Berthelot se negó a patentar sus métodos de síntesis, lo que le habría reportado una gran fortuna, pero él afirmaba que acumular riquezas así era algo indigno y mezquino. Por sus descubrimientos, honradez personal, clarividencia científica y dignidad a lo largo de una vida entera, recibió gran número de honores, se le entregaron numerosos premios, no pocos nombramientos académicos y desempeñó importantes cargos políticos al más, más, alto nivel.

“La desconocida del Panteón”

En 1859, con treinta y dos años el católico Marcellin conoció, en el salón de un matemático, a la que sería su esposa, la protestante y también química Sophie Niaudet, con quien tuvo seis hijos y un matrimonio feliz y muy unido a pesar de los considerandos religiosos. Cuando ella cayó gravemente enferma, él estuvo siempre a su lado dándose la circunstancia que, al morir el 18 de marzo de 1907, él lo hizo tan solo unos minutos después a causa de una crisis cardíaca. Le dejo con su hija Camille que escribió a su marido. “Todo ha terminado después de cuatro horas para mamá y también para papá. Se fue a dormir al canapé del salón y tras un cuarto de hora sin conocimiento se apagó”. Desde entonces Sophie y Marcellin yacen juntos en el Panteón de París, él como reconocimiento a sus méritos científicos, historiadores y políticos, ella, la primera mujer enterrada en dicho Panteón, en “homenaje a su virtud conyugal”. La desconocida del Panteón.

Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)