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La ciudad de Sevilla, conocida por su clima cálido y soleado, guarda en su historia meteorológica un fenómeno que pocos podrían imaginar: una nevada. El 2 de febrero de 1954, la capital hispalense amaneció cubierta por un manto blanco, en un episodio que marcó la memoria de los sevillanos y que sigue siendo objeto de fascinación hasta el día de hoy.
Un invierno para la historia
La nevada de 1954 no fue un evento aislado en Andalucía, sino parte de un invierno inusualmente frío que afectó a toda España. Aquella mañana, la nieve sorprendió a los sevillanos, que se encontraron con una estampa inédita en sus calles. Aunque la capa de nieve no fue especialmente gruesa, sí fue suficiente para cubrir tejados, parques y plazas, transformando por completo el paisaje de la ciudad.
Las fotografías de la época muestran lugares emblemáticos, como la Giralda y la Plaza de España, bajo un fino manto blanco. Los habitantes aprovecharon la ocasión para jugar con la nieve y captar imágenes que hoy son verdaderos tesoros históricos.
Un fenómeno extraordinario
La ubicación geográfica de Sevilla, a nivel del mar y con un clima mediterráneo, hace que las nevadas sean extremadamente raras. Con inviernos suaves y veranos largos y calurosos, las temperaturas en la ciudad pocas veces descienden lo suficiente como para permitir la formación de nieve. De hecho, desde 1954, no se ha registrado ninguna nevada significativa en la capital hispalense.
Aunque en febrero de 2010 se generaron expectativas de que podría volver a nevar en Sevilla debido a una ola de frío, el fenómeno no llegó a materializarse. La lluvia y las temperaturas ligeramente superiores a las necesarias para la formación de nieve impidieron que se repitiera la escena de aquel lejano invierno.
Un recuerdo imborrable
Para las generaciones que vivieron la nevada de 1954, aquel día quedó grabado como un momento único e irrepetible. En una ciudad acostumbrada al sol y a las altas temperaturas, la llegada de la nieve se vivió como un evento casi mágico. Las anécdotas y fotografías de aquella jornada se han transmitido de padres a hijos, convirtiendo la nevada en una leyenda urbana que despierta la curiosidad de quienes no tuvieron la oportunidad de presenciarla.